Durante millones de años, los seres humanos vivieron como anarquistas. O sea, como individuos autónomos, sin la mínima existencia de un poder coercitivo, del trabajo y las instituciones : sin mediación. Al « estado natural » sería más apropiado llamarlo el “anti-estado natural”. Este no fue ni un paraíso (aquellos jardines colgantes), ni la utopía (el lugar perfecto engendrado por la imaginación), simplemente fue. Sin embargo no es simplemente un hecho o concepto histórico. El pensamiento linear de la razón nos ha llevado a creer eso, dirigida por los profetas de la producción (Moisés, Smith, Marx, etc.). La anarquía está en nosotros. Es la forma en que actuamos ; es así que los millones de años de evolución nos han modelado. Como lo explica Paul Shepard , somos seres del paleolítico (Ndt:El Pleistoceno se corresponde con el Paleolítico arqueológico): cazadores-recolectores, primitivos, seres de esta tierra.

Pero algo se produjo. No es un gran misterio hasta qué punto nos encontramos sometidos a los dioses del progreso y de la producción y poco importa, todos sabemos que las cosas no van bien. Hemos sido llevados por el mal camino. Para probar y enfrentarse a lo que eso significa, debemos primero entender lo que somos. La vida de los cazadores-recolectores nómadas es intrínsecamente diferente del mundo espiritualmente muerto de la modernidad : la cara actual de la civilización tecnológica mundial. Sin embargo los cazadores-recolectores no son diferentes de nosotros. No nacemos « primitivos » o « civilizados », sino gente nacida en diferentes épocas y lugares y una gran mayoría de nosotros ha tenido el desatino de nacer en la última categoría.
Las sociedades de cazadores-recolectores nómadas encarnan el igualitarismo. Estas son, como deben ser por naturaleza, flexibles y orgánicas. Ser nómada significa ser evolutivo, flexible : he aquí la clave de la anarquía. En tiempo de sequías, las sociedades pueden trasladarse hacia regiones más hospitalarias. Las fronteras, donde existan, son definidas por lo concreto en lugar de líneas o marcas arbitrarias. Quien se encuentra en un sitio a una época particular es fluido, y no hay extranjeros. Los egos son intencionalmente desalentados para que ninguna habilidad pueda ser más estimada que otra. La población se mantiene en correcto funcionamiento limitada por la naturaleza de la movilidad y por lo que Richard B. Lee llama « el contraceptivo de la cadera » (“contraceptive on the hip”).

Pero lo que es aún más importante, todo el mundo es capaz de sustentarse a sí mismo. Por lo que cuando la gente se reagrupa, lo hace según sus propias condiciones. Si la gente no se entiende, o se frustra con otros, entonces son libres de partir y el impacto del rechazo apenas y es resentido. No hay especialistas reales y tampoco hay ninguna posesión que no pueda ser fabricada e intercambiada fácilmente. No hay mediación entre la vida y los medios de subsistencia (los significados del vivir).
Los recolectores-cazadores nómadas viven un mundo enteramente sagrado. Su espiritualidad se extiende a todas las relaciones. Conocen las plantas y los animales que les rodean, y no solamente a los de importancia inmediata. Hablan con los que nosotros llamaríamos « objetos inanimados », pero pueden hablar el mismo lenguaje entre ellos. Saben cómo ver más allá de sí mismos y no están limitados por los lenguajes humanos que nosotros conservamos tan apasionadamente. Su existencia está anclada en el lugar, vagan libremente, pero siempre están en casa, sintiéndose bienvenidos y sin miedo.
Es fácil criticar cualquier teoría que busca « pecados originales » o puntos de partida para algún evento en particular. En parte estoy de acuerdo, pero pienso que el esquema es mucho más complejo. No hubo un momento preciso donde fue tomada la decisión de volverse civilizados, o un momento donde la gente dejó de escuchar la Tierra. En cambio hay varias cosas que se produjeron y que tuvieron serias implicaciones en la manera en que interactuamos entre nosotros y con la Tierra a nuestro alrededor.
No pienso que las primeras personas que domesticaron plantas y animales hayan sabido que lo que estaban haciendo transformaría el mundo que amaban en algo que llegarían a temer. O que alimentar el miedo a lo salvaje significaría la destrucción de todo lo que se encuentra fuera de los jardines, para asegurarse que estos no fueran perturbados. Es realmente dudoso que las primeras personas en asentarse de forma permanente en un sitio pensaran que estaban comprometiéndose de esta forma hacia una existencia de guerras incesantes. O que tener más hijos significaría la entrada a un constante y creciente estado de crecimiento. Es dudoso también, que las primeras personas ampliamente dependiente del alimento almacenado, se dieran cuenta que esto les llevaría a la creación de un poder coercitivo y rompería el igualitarismo que caracterizaba al grupo autónomo.
Por supuesto, nadie nunca podrá saber con certeza en qué pensaban o porqué esas cosas se llevaron a cabo. No faltan teorías sobre los orígenes de la domesticación, de la sedentarización o la orientación a la sobreproducción, a términos prácticos tales teorías son realmente irrelevantes. El hecho que hayamos tomado ese camino en un principio, no cambia el hecho que tales medidas hayan provocado una serie de implicaciones. Cuando cada uno de esas medidas fue tomada, algo significativo se produjo y una serie de consecuencias imprevistas conecta esos eventos a nuestra situación actual.
Pero esto no significa que los gobiernos, el poder sean alguna fuerza benigna. Los políticos y los especuladores saben que están destruyendo el planeta y que están envenenando toda vida, consideran el dinero como lo más importante. Sus decisiones no son « no-intencionales » comparadas con las de la persona que sin pensar conecta un enchufe o llena su automóvil de combustible. Los dirigentes ávidos de poder actuarán conforme con sus propios intereses, pero su poder reside en nuestra complicidad hacia las condiciones que nos imponen.
Esto no significa que cada persona implicada sea necesariamente consiente o de que debiera ser maldecida ; eso no nos llevaría muy lejos. Pero lo que es obvio es que nuestra situación está empeorando cada vez más. Con la creciente dependencia a los combustibles fósiles, estamos saqueando el futuro de una manera nunca antes conocida. Nos encontramos en una situación bastante familiar : como las civilizaciones Cahokia, Chacoan, Maya, Azteca, Mesopotámica y Romana antes de nosotros, no percibimos los síntomas del colapso que define nuestra época. No pensamos en nada excepto en aquello que es beneficioso para nosotros aquí y ahora. No pensamos fuera de nuestro condicionamiento. No pensamos en nada más allá de la civilización.
Pero ni siquiera lo sabemos. Ni siquiera hemos recibido la habilidad de leer el tiempo, las épocas, porque es contrario al camino de la razón que nos es presentado.
Pero las cosas han cambiado y están cambiando. Lo reconozcamos o no : algo ocurrirá. Tenemos la capacidad de mirar hacia atrás, probar y despertar la parte de nosotros mismos que ha sido enterrada por la domesticación, el proceso civilizador. Podemos ver que hay algo acerca de las sociedades nómadas de cazadores-recolectores que simplemente funcionaba. Podemos ver como esto fue destruido por el sedentarismo, la domesticación, la sobreproducción, y este hecho se acrecentó más con la horticultura, la creación de los estados, la agricultura y aún más con el industrialismo y la modernidad tecnológica.
De una u otra forma, algo concerniente a estos pasos secuestró nuestra autonomía. Nos hizo dependientes. Supuestamente fuimos liberados del barbarismo de la autodeterminación hacia la nueva libertad del trabajo y a un mundo de cosas-objetos. Hemos vendido el igualitarismo a cambio de plástico.
Nuestra situación actual es desalentadora pero no todo está perdido. Tenemos ante nosotros un legado de consecuencias imprevistas que lamentablemente nos llevaron del igualitarismo al totalitarismo. La cuestión que debemos responder es que hemos perdido. ¿Qué parte de nosotros fue vendida en el proceso ? Podemos ver más allá de los mitos de la razón, de la divinidad, del tiempo linear y del progreso y despertarnos a nosotros mismos en el proceso.

La civilización es un objetivo enorme. Vencer la domesticación es una tarea ardua y masiva, pero nuestras almas y vidas están en juego. El futuro y el pasado están más cerca de lo que pensamos. El espíritu de la anarquía corre todavía por nuestras venas. No necesitamos mirar « antes de la civilización »; solamente necesitamos escucharnos a nosotros mismos y escuchar el mundo que nos rodea. Tenemos la ventaja de comprender los pasos que hemos tomado por el mal camino, y a partir de ello podemos tomar medidas a fin de dirigirnos hacia la anarquía.
Y en este proceso, el proceso de convertirse en humano, las abstracciones entre nuestro destino y el destino del mundo se disiparan. La cuestión no es saber el momento oportuno para atacarse contra las manifestaciones concretas de la civilización, ni sobre donde golpear
Cuando aprendamos a abrirnos a lo salvaje y al caos, la anarquía orgánica de nuestros seres resurgirá. Atacar a la civilización no es una hazaña fácil, pero escuchando, cuando abracemos nuestro anti-estado natural, sabremos exactamente qué hacer.
Kevin Tucker / 10 de Mayo del 2004
Traducción ; Santiago Perales Meraz.