Técnicas autoritarias y técnicas democráticas (Lewis Mumford)

indexLewis Mum­ford (ciu­dad de Nue­va York, 19/10/1895 — 26/01/1990). Soció­lo­go, his­to­ria­dor, filó­so­fo de la tec­no­cien­cia, filó­lo­go y urba­nis­ta esta­dou­ni­dense. Se ocupó sobre todo, con una visión histó­ri­ca y regio­na­lis­ta, de la téc­ni­ca, la ciu­dad y el ter­ri­to­rio. Des­ta­can en mayor reso­nan­cia entre sus obras ; El mito de la máqui­na. Téc­ni­ca y Civi­li­za­ción (1934). Ahí pro­pone quizás su noción más célebre : la « mega-máqui­na ». Con ella des­cribe cómo en el anti­guo Egip­to, la construc­ción de las pirá­mides supu­so poner en mar­cha, además de habi­li­dades construc­ti­vas, toda una com­ple­ja buro­cra­cia orga­ni­za­do­ra del tra­ba­jo. La Segun­da Guer­ra Mun­dial y el desar­rol­lo de la bom­ba ató­mi­ca son ejem­plos de esa mega-máqui­na en nues­tro tiem­po. Mum­ford consi­de­ra­ba que esta megamá­qui­na encier­ra grandes peli­gros y es des­truc­ti­va y esca­pa al control de los seres huma­nos. Su visión pesi­mis­ta de la tec­no­logía se ha exten­di­do a autores como L. Win­ner.… Mum­ford no abo­ga­ba por un recha­zo a la tec­no­logía sino por la sepa­ra­ción entre tec­no­logías « demo­crá­ti­cas », que son aquel­las que están acorde con la natu­ra­le­za huma­na, y tec­no­logías « auto­ri­ta­rias », las que son tec­no­logías en pugna, vio­len­tas, contra los valores huma­nos. Por lo que sos­tiene la bús­que­da una tec­no­logía ela­bo­ra­da sobre los patrones de la vida huma­na, se sin­tio pro­fun­da­mente concer­ni­do por la real­cion entre tec­ni­cas y « bio­dis­po­ni­bi­li­dad » (capa­ci­dad de un área de apoyar la vida tenien­do en cuen­ta sus niveles de com­ple­ji­dad. Antes del adve­ni­mien­to de la tec­no­logía, la mayor parte de las áreas del pla­ne­ta eran bio­dis­pues­tas en a nivel u otro ; sin embar­go y por el contra­rio, donde cier­tas for­mas de tec­no­logía avan­zan rápi­da­mente, la bio­dis­po­ni­bi­li­dad dis­mi­nuye dramáticamente)…


« Una de las fun­ciones de la inte­li­gen­cia es para tener en cuen­ta los peli­gros que vie­nen de confiar úni­ca­mente en la inte­li­gen­cia ». LEWIS MUMFORD


 

Demo­cra­cia es un ter­mi­no hoy confu­so y sofis­ti­ca­do debi­do a un uso indis­cri­mi­na­do, y a menu­do tra­ta­do con un condes­cen­diente des­dén. ¿Pode­mos admi­tir, por más que lle­gue­mos a diver­gir más ade­lante, que el prin­ci­pio fun­da­men­tal de la demo­cra­cia consiste en colo­car lo que es común a todos los hombres, por enci­ma de todo lo que cual­quier orga­ni­za­ción, ins­ti­tu­ción o gru­po pue­da rei­vin­di­car para sí ? Esto no es dene­gar los títu­los de unos dones natu­rales super­iores, de unos cono­ci­mien­tos espe­ciales, de una capa­ci­dad téc­ni­ca o de una orga­ni­za­ción ins­ti­tu­cio­nal, ya que todos ellos pue­den, por demo­crá­ti­ca per­mi­sión, desem­peñar un papel útil en la eco­nomía huma­na. Pero la demo­cra­cia consiste en dar auto­ri­dad final al todo, más bien que la parte y sólo los seres huma­nos vivientes, como tales, es autén­ti­ca expre­sión del todo, tan­to si actúan solos como si lo hacen con ayu­da de otros.

Alre­de­dor de este prin­ci­pio cen­tral se apiña un gru­po de ideas y prác­ti­cas rela­cio­na­das entre sí y con lar­gos ante­ce­dentes en la his­to­ria, aunque no siempre estén pre­sentes, o pre­sentes en igual can­ti­dad, en todas las socie­dades. Entre ellas están el auto­go­bier­no comu­ni­ta­rio, la libre comu­ni­ca­ción entre iguales, el acce­so sin impe­di­men­tos al común alma­cén del cono­ci­mien­to, la pro­tec­ción contra los controles arbi­tra­rios exter­nos y un sen­ti­do de la res­pon­sa­bi­li­dad moral indi­vi­dual en cuan­to a la conduc­ta, que afec­ta a toda la comu­ni­dad. Todos los orga­nis­mos vivientes son en cier­ta medi­da autó­no­mos por el hecho de seguir una pau­ta vital que les es pro­pia, pero en el hombre esta auto­nomía es una condi­ción esen­cial para su ulte­rior desar­rol­lo. Cede­mos parte de nues­tra auto­nomía cuan­do esta­mos enfer­mos o impe­di­dos, pero ceder­la cada día y en cada oca­sión equi­val­dría a conver­tir la vida en una enfer­me­dad cró­ni­ca. La mejor vida posible -y aquí piso conscien­te­mente ter­re­no dis­pu­ta­do- es la que exige un gra­do todavía mayor de auto­di­rec­ción, auto expre­sión y auto­rea­li­za­ción. En este sen­ti­do, la per­so­na­li­dad, antes atri­bu­to exclu­si­vo de los reyes, cor­res­ponde en teoría demo­crá­ti­ca a cada hombre. La vida en sí, con su ple­ni­tud y tota­li­dad, no puede ser delegada.

Al per­fi­lar esta defi­ni­ción pro­vi­sio­nal, confío que, en bien de la ave­nen­cia, no habré olvi­da­do nada impor­tante. La demo­cra­cia, en el sen­ti­do pri­ma­rio en el que uti­li­za­ré este tér­mi­no, es nece­sa­ria­mente visible al máxi­mo en comu­ni­dades y gru­pos rela­ti­va­mente pequeños, cuyos miem­bros sue­len verse con fre­cuen­cia cara a cara, actúan libre y mutua­mente, y se cono­cen unos a otros como per­so­nas. Ape­nas inter­vie­nen núme­ros cre­ci­dos, la aso­cia­ción demo­crá­ti­ca debe ser suple­men­ta­da por una for­ma más abs­trac­ta y des­per­so­na­li­za­da. La expe­rien­cia histó­ri­ca demues­tra que es mucho más fácil eli­mi­nar la demo­cra­cia mediante un dis­po­si­ti­vo ins­ti­tu­cio­nal que sólo otorgue auto­ri­dad a quienes se encuen­tran en el ápice de la jerar­quía social, que agre­gar prác­ti­cas demo­crá­ti­cas a un sis­te­ma bien orga­ni­za­do bajo una direc­ción cen­tra­li­za­da, que logra el más alto gra­do de efi­cien­cia mecá­ni­ca cuan­do los que lo hacen fun­cio­nar no tie­nen fina­li­dad o inten­ción pro­pias. La ten­sión entre aso­cia­ción a pequeña esca­la y orga­ni­za­ción a gran esca­la, entre auto­nomía per­so­nal y regla­men­ta­ción ins­ti­tu­cio­nal, entre control remo­to e inter­ven­ción local difu­sa, ha crea­do hoy una situa­ción crí­ti­ca. Si hubié­ra­mos teni­do los ojos abier­tos, habría­mos podi­do des­cu­brir, hace mucho tiem­po, este conflic­to pro­fun­da­mente incrus­ta­do en la pro­pia tecnología.

Desearía que fuese posible des­cri­bir la téc­ni­ca con la mis­ma espe­ran­za de lograr el asen­ti­mien­to, cua­les­quie­ra que pue­dan ser las reser­vas crí­ti­cas todavía man­te­ni­das por el lec­tor, como en esta des­crip­ción de la demo­cra­cia. Sin embar­go, confie­so que el pro­pio títu­lo de este tra­ba­jo apor­ta una contro­ver­sia, y no me es posible pro­fun­di­zar en mi aná­li­sis sin expo­ner inter­pre­ta­ciones que todavía no han sido ade­cua­da­mente publi­ca­das, y muchos menos amplia­mente dis­cu­ti­das o rigu­ro­sa­mente cri­ti­ca­das y eva­lua­das. Mi tesis, para expo­ner­la en pocas pala­bras, es la de que, a par­tir de la épo­ca neolí­ti­ca en el Cer­ca­no Oriente y has­ta nues­tros días, han exis­ti­do una y otra vez dos tec­no­logías para­le­las : una auto­ri­ta­ria y otra demo­crá­ti­ca ; la pri­me­ra cen­tra­da en un sis­te­ma, inmen­sa­mente pode­ro­sa pero inhe­ren­te­mente ines­table, y la otra cen­tra­da en el hombre rela­ti­va­mente débil pero dura­de­ra y pletó­ri­ca de recur­sos. Si estoy en lo cier­to, nos aproxi­ma­mos aho­ra, rápi­da­mente, a un pun­to en el que, de no alte­rar radi­cal­mente nues­tro actual cur­so, nues­tras téc­ni­cas demo­crá­ti­cas super­vi­vientes serán total­mente supri­mi­das o suplan­ta­das, de modo que toda auto­nomía resi­dual que­dará eli­mi­na­da ; o bien serán per­mi­ti­das tan sólo como un retozón dis­po­si­ti­vo de gobier­no, como las elec­ciones nacio­nales para unos gober­nantes ya ele­gi­dos, en los países totalitarios.

"Epocas tempranas ofrecen profundos conocimientos en igualdad de genero"
« Epo­cas tem­pra­nas ofre­cen pro­fun­dos cono­ci­mien­tos en igual­dad de genero »

Los datos sobre los que se basa esta tesis son fami­liares, pero creo que su signi­fi­ca­do ha sido pasa­do por alto. Lo que yo deno­mi­naría téc­ni­ca demo­crá­ti­ca es el méto­do de pro­duc­ción a pequeña esca­la, que se apoya prin­ci­pal­mente en la habi­li­dad huma­na y la energía ani­mal, pero siempre, inclu­so cuan­do se emplean máqui­nas, bajo la direc­ción acti­va del arte­sa­no o del agri­cul­tor, desar­rol­lan­do cada gru­po sus pro­pios dones a tra­vés de artes apro­pia­das y cere­mo­nias sociales, así como hacien­do un uso dis­cre­to de los dones de la natu­ra­le­za. Esta tec­no­logía tenía hori­zontes limi­ta­dos en la tocante a sus logros, pero, pre­ci­sa­mente por su amplia difu­sión y sus modes­tas exi­gen­cias, tenía grandes poderes de adap­ta­ción y recu­pe­ra­ción. Esta téc­ni­ca demo­crá­ti­ca ha ser­vi­do de firme cimien­to y soporte a toda cultu­ra histó­ri­ca has­ta nues­tros días, y ha resar­ci­do de la constante ten­den­cia de la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria en lo tocante a apli­car inde­bi­da­mente sus poderes. Inclu­so al pagar tri­bu­to a los más opre­si­vos regí­menes auto­ri­ta­rios, todavía que­da­ba en el tal­ler o en el cam­po de labran­za un cier­to gra­do de auto­nomía de selec­ti­vi­dad y de crea­ti­vi­dad. Ni la maza real, ni el láti­go del conduc­tor de escla­vos, ni las direc­trices buro­crá­ti­cas, deja­ron huel­la en los teji­dos de Damas­co o en la cerá­mi­ca de la Ate­nas del siglo V.

 

Si esta téc­ni­ca demo­crá­ti­ca se remon­ta a las pri­me­ras uti­li­za­ciones de her­ra­mien­tas, la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria es un logro mucho más reciente, ya que se inicia alre­de­dor del cuar­to mile­nio a. C., en una nue­va confi­gu­ra­ción de inven­ción téc­ni­ca, obser­va­ción cientí­fi­ca y control polí­ti­co cen­tra­li­za­do que dio lugar a la pecu­liar moda­li­dad de vida a la que hoy pode­mos iden­ti­fi­car, sin eulogía, como civi­li­za­ción. Bajo la nue­va ins­ti­tu­ción de la monar­quía, acti­vi­dades que habían esta­do dis­per­sas, diver­si­fi­ca­das y cor­ta­das a medi­da huma­na, se unie­ron a una esca­la monu­men­tal en un tipo total­mente nue­vo de orga­ni­za­ción teoló­gi­ca-tec­noló­gi­ca masi­va. En la per­so­na de un gober­nante abso­lu­to, cuya pala­bra era ley, baja­ron poderes cós­mi­cos a la tier­ra, movi­li­zan­do y uni­fi­can­do los esfuer­zos de mil­lares de hombres, has­ta entonces dema­sia­do autó­no­mos y dema­sia­dos des­cen­tra­li­za­dos para actuar volun­ta­ria­mente al uní­so­no para fina­li­dades ubi­ca­das más allá del hori­zonte del poblado.

La nue­va tec­no­logía auto­ri­ta­ria no esta­ba limi­ta­da por la cos­tumbre del pue­blo o el sen­ti­mien­to huma­no ; sus hercú­leas hazañas de orga­ni­za­ción mecá­ni­ca se apoya­ban en una impla­cable coer­ción téc­ni­ca, en la escla­vi­tud y los tra­ba­jos for­za­dos, que per­mi­tie­ron la exis­ten­cia de máqui­nas capaces de desar­rol­lar mil­lares de cabal­los de vapor siglos antes de inven­tarse la rue­da o los arreos para los cabal­los. Esta téc­ni­ca cen­tra­li­za­da tra­jo inven­tos y des­cu­bri­mien­tos cientí­fi­cos de un gra­do muy ele­va­do : los regis­tros escri­tos, matemá­ti­cas y astro­nomía, el rie­go y la cana­li­za­ción, y sobre todo creó com­ple­jas máqui­nas huma­nas com­pues­tas de partes espe­cia­li­za­das, estan­da­ri­za­das, sus­ti­tuibles e inter­de­pen­dientes, como el ejér­ci­to del tra­ba­jo, el ejér­ci­to mili­tar y la buro­cra­cia. Estos ejér­ci­tos del tra­ba­jo y de la mili­cia ele­va­ron el techo de los logros huma­nos ; el pri­me­ro en la construc­ción masi­va, el segun­do en la des­truc­ción masi­va, y ambos a una esca­la has­ta entonces incon­ce­bible. A pesar de su constante ten­den­cia a la des­truc­ción, esta téc­ni­ca tota­li­ta­ria fue tole­ra­da, y tal vez inclu­so bien reci­bi­da, en el ter­ri­to­rio pro­pio, ya que creó la pri­me­ra eco­nomía de abun­dan­cia contro­la­da ; en espe­cial, inmen­sas cose­chas ali­men­ta­rias que no sólo daban sus­ten­to a una gran pobla­ción urba­na, sino que además crea­ron una amplia y bien adies­tra­da minoría para las acti­vi­dades pura­mente reli­gio­sas, cientí­fi­cas, buro­crá­ti­cas o mili­tares. Sin embar­go, la efi­cien­cia del sis­te­ma quedó afec­ta­da por pun­tos débiles que nun­ca han sido super­a­dos has­ta hoy.

La agricultura es una invención reciente, de los últimos 10,000 años. Antes de la agricultura, cultivar plantas todavía era parte de las culturas humanas por cientos de miles de años. Pero no al grado de hacer una " agricultura totalitaria". La emergencia de la agricultura totalitaria también fue acompañada por la emergencia de la esclavitud, de los Imperios, el allanamiento aumentado por la conversión de los paisajes en monocultivos, el agotamiento de suelo, el agotamiento de los mantos acuíferos y una limpieza total biótica.
La agri­cul­tu­ra es una inven­ción reciente, de los últi­mos 10,000 años. Antes de la agri­cul­tu­ra, culti­var plan­tas todavía fue parte de las cultu­ras huma­nas por cien­tos de miles de años. Pero no al gra­do de lle­var a cabo una  » agri­cul­tu­ra tota­li­ta­ria ». La emer­gen­cia de la agri­cul­tu­ra tota­li­ta­ria tam­bién fue acom­paña­da por la emer­gen­cia de la escla­vi­tud, los Impe­rios, el alla­na­mien­to aumen­ta­do por la conver­sión de los pai­sajes en mono­cul­ti­vos, el des­gaste de sue­lo, el ago­ta­mien­to de los man­tos acuí­fe­ros y una lim­pie­za bió­ti­ca total.

En pri­mer lugar, la eco­nomía demo­crá­ti­ca del pue­blo agrí­co­la opu­so resis­ten­cia a la incor­po­ra­ción al nue­vo sis­te­ma auto­ri­ta­rio. Por consi­guiente inclu­so el Impe­rio Roma­no juzgó pro­ce­dente, una vez rota la resis­ten­cia y cobra­dos los impues­tos, tole­rar una amplia medi­da de auto­nomía local en reli­gión y en gobier­no. Además, mien­tras que la agri­cul­tu­ra absorbía la acti­vi­dad de un 90 por cien­to, aproxi­ma­da­mente, de la pobla­ción, las téc­ni­cas masi­vas que­da­ban confi­na­das en su mayor parte a los pobla­dos cen­tros urba­nos. Pues­to que la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria cobró for­ma pri­me­ra­mente en una épo­ca en la que los metales esca­sea­ban y la mate­ria pri­ma huma­na, cap­tu­ra­da en la guer­ra era fácil­mente conver­tible en máqui­nas, sus diri­gentes nun­ca se moles­ta­ron en inven­tar sus­ti­tu­tos mecá­ni­cos e inorgá­ni­cos. Pero había pun­tos débiles peores : una rup­tu­ra en la comu­ni­ca­ción, un eslabón per­di­do en la cade­na de man­do, y estas grandes maqui­nas huma­nas sé venían aba­jo. Final­mente, los mitos en los que se basa­ba todo el sis­te­ma – en par­ti­cu­lar el mito esen­cial de la monar­quía- eran irra­cio­nales, con sus para­noi­cas sus­pi­ca­cias y ani­mo­si­dades, y sus para­noi­cas pre­ten­siones de obe­dien­cia incon­di­cio­nal y poder abso­lu­to. A pesar de todo sus inne­gables logros construc­ti­vos, la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria expre­sa­ba una pro­fun­da hos­ti­li­dad contra la vida.

No dudo que el lec­tor ve ya la meta de esta breve expo­si­ción histó­ri­ca : la afir­ma­ción de que la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria ha vuel­to hoy de una for­ma inmen­sa­mente amplia­da y dies­tra­mente per­fec­cio­na­da. Has­ta el momen­to, siguien­do la opti­mis­ta pre­mi­sas de pen­sa­dores noven­cen­tis­tas como Auguste Comte y Her­bert Spen­cer, hemos consi­de­ra­do la difu­sión de la cien­cia expe­ri­men­tal y la inven­ción mecá­ni­ca como la más sóli­da garantía de una socie­dad indus­trial pací­fi­ca, pro­duc­ti­va, y sobre todo, demo­crá­ti­ca. Muchos han supues­to inclu­so, cómo­da­mente, que la rebe­lión contra el poder polí­ti­co arbi­tra­rio en el siglo XVII estu­vo casual­mente rela­cio­na­da con la revo­lu­ción indus­trial que la acom­pañó. Pero lo que hemos inter­pre­ta­do como la nue­va liber­tad resul­ta ser, aho­ra, una ver­sión mucho más sofis­ti­ca­da de la anti­gua escla­vi­tud, ya que el ascen­so de la demo­cra­cia polí­ti­ca durante los últi­mos siglos ha sido pro­gre­si­va­mente anu­la­da por la afor­tu­na­da resur­rec­ción de una téc­ni­ca auto­ri­ta­ria cen­tra­li­za­da, una téc­ni­ca, que, de hecho había cadu­ca­do a lo lar­go del tiem­po en muchas partes del mundo.

No pode­mos engañar­nos por más tiem­po. En el mis­mo momen­to en que las naciones occi­den­tales der­ro­ca­ron el anti­guo régi­men del gobier­no abso­lu­to, que fun­cio­na­ba bajo un rey en otro tiem­po divi­no, esta­ban res­tau­ran­do ese mis­mo sis­te­ma de una for­ma mucho más efec­ti­va en su tec­no­logía, resta­ble­cien­do coer­ciones de carác­ter mili­tar no menos estric­ta en la orga­ni­za­ción de una fabri­ca que en el nue­vo ejer­ci­to adies­tra­do, uni­for­ma­do y regla­men­ta­do. Durante la fase de tran­si­ción de los dos últi­mos siglos, la ten­den­cia últi­ma de este sis­te­ma pudo ser dudo­sa, ya que en muchos lugares hubo fuertes reac­ciones demo­crá­ti­cas pero en el entre­te­ji­do de una ideo­logía cientí­fi­ca, a su vez libe­ra­das de restric­ciones teoló­gi­cas o propó­si­tos humanís­ti­cos, la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria hal­la un ins­tru­men­to a mano que le ha conce­di­do hoy el man­do abso­lu­to de una energía físi­ca de dimen­siones cós­mi­cas. Los inven­tores de las bom­bas nucleares, los cohetes espa­ciales, y los orde­na­dores son los construc­tores de pirá­mide de nues­tra épo­ca, psi­coló­gi­ca­mente infla­dos por un mito simi­lar de poderío incom­pe­tente, jac­tan­cio­sos a tra­vés de su cien­cia de su cre­ciente omni­pre­sen­cia, cuan­do no sus omni­scien­cias, movi­do por obse­siones e impul­sos no menos irra­cio­nales que los de ante­riores abso­lu­tos, en par­ti­cu­lar la noción de la que el pro­pio sis­te­ma debe ser amplia­do, cual­quie­ra que sea el cos­to final para la vida.

El Progreso me ha matado
« El Pro­gre­so me ha matado »

Por medio de la meca­ni­za­ción, la auto­ma­ti­za­ción, y la direc­ción ciber­né­ti­ca, esta téc­ni­ca auto­ri­ta­ria ha super­a­do final­mente su debi­li­dad más grave : su depen­den­cia ori­gi­nal con res­pec­to a unos ser­vo­me­ca­nis­mos resis­tentes, a veces acti­va­mente deso­be­dientes, y todavía lo bas­tante huma­nos como para abri­gar propó­si­tos no siempre coin­ci­dentes con los del sistema.

Como la for­ma más pri­mi­ti­va de la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria, esta nue­va tec­no­logía es mara­villo­sa­mente diná­mi­ca y pro­duc­ti­va. , ya que su poder, en cual­quier for­ma, tiende a aumen­tar ili­mi­ta­da­mente y en can­ti­dades que desafían la asi­mi­la­ción y super­an el control, tan­to si pen­sa­mos en el out­put del cono­ci­mien­to cientí­fi­co o en las cade­nas de mon­taje indus­trial. Ele­var al máxi­mo la energía, la velo­ci­dad o la auto­ma­ti­za­ción, sin pararse a pen­sar en las com­ple­jas condi­ciones que sus­ten­tan la vida orgá­ni­ca, se ha conver­ti­do en un fin por sí mis­mo. Al igual que con las pri­me­ras for­mas de téc­ni­cas auto­ri­ta­ria, el peso del esfuer­zo, si hay que juz­gar por los pre­su­pues­tos nacio­nales, se incli­na hacia los ins­tru­men­tos abso­lu­tos de des­truc­ción, crea­dos con fines abso­lu­ta­mente irra­cio­nales y cuyo resul­ta­do prin­ci­pal seria la muti­la­ción o el exter­mi­nio de la raza huma­na. Inclu­so Asur­ba­ni­pal y Gen­gis Khan efec­tua­ron sus san­grien­tas ope­ra­ciones den­tro de unos limites huma­nos normales.

Próximos 100 años ; extinción en masa, incendios, sequías.
Próxi­mos 100 años ; extin­ción en masa, incen­dios, sequías.

El cen­tro de auto­ri­dad en este nue­vo sis­te­ma ya no es una per­so­na­li­dad visible, un rey todo­po­de­ro­so ; has­ta en las dic­ta­du­ras tota­li­ta­rias, el cen­tro radi­ca aho­ra en el pro­pio sis­te­ma, invi­sible pero omni­pre­sente, ya que todos sus com­po­nentes huma­nos, inclui­da la élite téc­ni­ca y direc­ti­va, inclu­so la sagra­da clase sacer­do­tal de la cien­cia, úni­ca que tiene acce­so al secre­to cono­ci­mien­to por medio del cual se consigue hoy rápi­da­mente, el control total, se encuen­tra su vez atra­pa­do por la mis­ma per­cep­ción de la orga­ni­za­ción que ellos han inven­ta­do. Como los faraones de la eran de las Pirá­mides estos sir­vientes del sis­te­ma iden­ti­fi­can a sus dioses con su pro­pia índole de bie­nes­tar ; al igual que con el rey divi­no, su ala­ban­za del sis­te­ma es un acto de autoa­do­ra­ción, y tam­bién al igual que el rey, son pre­sa de un impul­so irra­cio­nal que les mueve a ampliar sus medios de control y a expan­dir el radio de acción de su auto­ri­dad. En este nue­vo colec­ti­vo de sis­te­ma cen­tra­li­za­do, ese Pentá­go­no del poder, no hay una pre­sen­cia visible que de órdenes ; a dife­ren­cia del Dios de Job, las nue­vas dei­dades no pue­den ser afron­ta­das, y mucho menos desa­fia­das. Con el pre­tex­to de ahor­rar mano de obra, la meta últi­ma de esta téc­ni­ca consiste en des­pla­zar la vida o mejor dicho, en trans­fe­rir los atri­bu­tos de la vida a la máqui­na y al colec­ti­vo mecá­ni­co, per­mi­tien­do que sola­mente quede lo que del orga­nis­mo puede ser contro­la­do y mani­pu­la­do. No se debe mal­in­ter­pre­tar este aná­li­sis. El peli­gro para la demo­cra­cia no pro­viene de ningún des­cu­bri­mien­to cientí­fi­co ni de las inven­ciones elec­tró­ni­cas. Las com­pul­siones huma­nas que domi­nan la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria de nues­tro tiem­po se remon­tan a un per­io­do ante­rior inclu­so al de la inven­ción de la rue­da. El peli­gro pro­cede del hecho de que, desde que Fran­cis Bacon y Gali­leo defi­nie­ron los nue­vos méto­dos y obje­ti­vos de la cien­cia, nues­tras grandes trans­for­ma­ciones físi­cas han sido efec­tua­das por un sis­te­ma que deli­be­ra­da­mente eli­mi­na toda per­so­na­li­dad huma­na, igno­ra el pro­ce­so histó­ri­co, abu­sa del papel de la inte­li­gen­cia abs­trac­ta, y hace del control sobre la natu­ra­le­za físi­ca, y por últi­mo del control sobre el pro­pio hombre, la fina­li­dad prin­ci­pal de la exis­ten­cia. Este sis­te­ma se ha abier­to cami­no de una for­ma tan insi­dio­sa, en la socie­dad occi­den­tal, que mi aná­li­sis de su deri­va­ción y de sus inten­ciones bien puede pare­cer más cues­tio­nable –de hecho más cho­cante- que los hechos en sí.

¿Por qué nues­tra épo­ca se ha ren­di­do tan fácil­mente ante los contro­la­dores, los mani­pu­la­dores y los condi­cio­na­dores de la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria ? La respues­ta a esta pre­gun­ta es la vez paradó­ji­ca e iró­ni­ca. La téc­ni­ca del pre­sente difiere de los deci­di­da­mente bru­tales y tos­cos sis­te­mas auto­ri­ta­rios del pasa­do en un detalle alta­mente favo­rable : ha acep­ta­do el prin­ci­pio bási­co de la demo­cra­cia, según el cual cada miem­bro de la socie­dad debería tener su por­ción en sus pro­duc­tos. Al cum­plir pro­gre­si­va­mente esta parte de la pro­me­sa demo­crá­ti­ca, nues­tro sis­te­ma ha conse­gui­do un domi­nio sobre toda la comu­ni­dad que ame­na­za con bor­rar todo otro ves­ti­gio de democracia.

El pac­to, cuya rati­fi­ca­ción se nos pide, asume la for­ma de un esplén­di­do sobor­no. Bajo el contra­to social demo­crá­ti­co-auto­ri­ta­rio, cada miem­bro de la socie­dad puede exi­gir cual­quier ven­ta­ja mate­rial, todo estí­mu­lo inte­lec­tual y emo­cio­nal que pue­da desear, en can­ti­dades has­ta hoy difí­cil­mente obte­nibles inclu­so para una res­trin­gi­da minoría : ali­men­tos, vivien­da, trans­porte rápi­do, comu­ni­ca­ción ins­tantá­nea, aten­ciones médi­cas, diver­siones y edu­ca­ción. Pero ello con una condi­ción : la de que no sólo nadie puede pedir algo que el sis­te­ma no faci­lite, sino que, además , hay que tomar todo lo que se ofrez­ca, debi­da­mente pro­ce­sa­do y fabri­ca­do, homo­ge­nei­za­do y nive­la­do, en las can­ti­dades exac­tas que el sis­te­ma, y no la per­so­na, exi­ja. Una vez uno opta por el sis­te­ma, no que­da más elec­ción. En pocas pala­bras, si uno cede su vida desde un buen prin­ci­pio, los téc­ni­cos auto­ri­ta­rios le devol­verán todo lo que ella pue­da ser mecá­ni­ca­mente dosi­fi­ca­do, cuan­ti­ta­ti­va­mente mul­ti­pli­ca­da y colec­ti­va­mente mani­pu­la­do y ampliado.

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¿No es éste un buen tra­to ? –pre­gun­tarán quienes abo­nan el sis­te­ma-. ¿No son los bienes que pro­me­ten los téc­ni­cos auto­ri­ta­rios bienes autén­ti­cos ? ¿No es éste el cuer­no de la abun­dan­cia con el que tan­to tiem­po ha soña­do la huma­ni­dad y que toda clase gober­nante ha tra­ta­do de ase­gu­rarse para sí, al pre­cio de toda clase de bru­ta­li­dades e injus­ti­cias ? Yo no quie­ro reba­jar, y menos negar, los muchos y admi­rables pro­duc­tos que ha apor­ta­do esta tec­no­logía, pro­duc­tos de los que una eco­nomía autor­re­gu­la­da haría buen uso. Yo sólo suge­riría que ya es hora de reco­no­cer las des­ven­ta­jas y cos­tos a nivel huma­no, y no diga­mos los peli­gros de nues­tra acep­ta­ción incon­di­cio­nal del pro­pio sis­te­ma en sí. Inclu­so el pre­cio inme­dia­to es one­ro­so, pues el sis­te­ma anda tan lejos de estar bajo una efec­ti­va direc­ción huma­na que es capaz de enve­ne­nar­nos a todos para faci­li­tar­nos comi­da o de exter­mi­nar­nos con tal de lograr la segu­ri­dad nacio­nal, antes de que poda­mos dis­fru­tar de los artí­cu­los pro­me­ti­dos. ¿Es en rea­li­dad huma­na­mente pro­ve­cho­so aban­do­nar la posi­bi­li­dad de vivir unos cuan­tos años en el estanque de Wal­den, por ejem­plo, a cam­bio del pri­vi­le­gio de pasar toda una vida en Wal­den Dos ? Una vez nues­tros téc­ni­cos auto­ri­ta­rios conso­li­dan sus poderes, con ayu­da de sus nue­vas for­mas de control masi­vo, con su pano­plia de tran­qui­li­zantes, sedantes y afro­disía­cos, ¿Puede sobre­vi­vir la demo­cra­cia en cual­quier for­ma ? Esta pre­gun­ta es absur­da, ya que ni sobre­vi­virá la pro­pia vida, excep­to la que se cana­lice a tra­vés del colec­ti­vo mecá­ni­co. La difu­sión de una inte­li­gen­cia cientí­fi­ca y este­ri­li­za­da a tra­vés del pla­ne­ta no sería, como tan inocen­te­mente Teil­hard de Char­din había ima­gi­na­do, la feliz consu­ma­ción del propó­si­to divi­no ; más bien ase­gu­raría el cese final de toda ulte­rior evo­lu­ción humana.

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Vuel­vo a pedir que no se inter­prete mal el signi­fi­ca­do de mis pala­bras. Esto no es una pre­dic­ción de lo que ocur­rirá, sino una adver­ten­cia contra lo que puede ocur­rir. ¿Qué medi­das hay que adop­tar para esca­par de este signo ? Al des­cri­bir la téc­ni­ca auto­ri­ta­ria que ha empe­za­do a domi­nar­nos, no he olvi­da­do la gran lec­ción de la his­to­ria : ¡pre­pa­ré­mo­nos para lo ines­pe­ra­do ! Tam­po­co paso por alto las inmen­sas reser­vas de vita­li­dad y crea­ti­vi­dad que una tra­di­ción demo­crá­ti­ca más huma­na todavía nos ofrece. Lo que deseo hacer es per­sua­dir a aquel­los a quienes preo­cu­pa el man­te­ner las ins­ti­tu­ciones demo­crá­ti­cas para que pro­cu­ren que sus esfuer­zos construc­ti­vos incluyan a la mis­ma tec­no­logía. Tam­bién en este aspec­to debe­mos vol­ver al cen­tro huma­no ; debe­mos enfren­tar­nos a este sis­te­ma auto­ri­ta­rio que ha dado a una ideo­logía y a una tec­no­logía sub­di­men­sio­na­das la auto­ri­dad que per­te­nece a la per­so­na­li­dad huma­na. Repi­to : la vida no puede ser delegada.

Curio­sa­mente, las pri­me­ras pala­bras en apoyo de esta tesis pro­ce­die­ron, con exqui­si­ta apti­tud simbó­li­ca, de un volun­ta­rio­so agente -¡pero muy cer­ca­no a ser víc­ti­ma clá­si­ca!- de la nue­va téc­ni­ca auto­ri­ta­ria. Pro­vi­nie­ron del astro­nau­ta John Glenn, cuya vida se vio en peli­gro debi­do al mal fun­cio­na­mien­to de sus controles automá­ti­cos, accio­na­dos desde un cen­tro remo­to. Tras sal­var por los pelos la vida gra­cias a su inter­ven­ción per­so­nal, Glenn salió de su cáp­su­la espa­cial con estas pala­bras impre­sio­nantes : “¡Vamos a dejar que el hombre se ocupe de esto!”.

Una de las imágenes mas chocantes de la tragedia de Bhopal… que tuvo lugar en la noche del 3 de diciembre de 1984. Causada por la consecuente explosion de una fabrica de una filial de la firma estadounidense Union Carbide que producía pesticidas y que despidió 40 toneladas de ácidos tóxicos entre ellos principalmente el ácido cianhídrico que formaron una densa nube toxica que recorrió a ras de suelo toda la ciudad...
Una de las imá­genes mas cho­cantes de la tra­ge­dia de Bho­pal… que tuvo lugar en la noche del 3 de diciembre de 1984. Cau­sa­da por la conse­cuente explo­sion de una fabri­ca de una filial de la fir­ma esta­dou­ni­dense Union Car­bide que pro­ducía pes­ti­ci­das y que des­pi­dió 40 tone­la­das de áci­dos tóxi­cos entre ellos prin­ci­pal­mente el áci­do cianhí­dri­co que for­ma­ron una den­sa nube toxi­ca que recor­rió a ras de sue­lo toda la ciudad…

Es más fácil pro­nun­ciar esa orden que obe­de­cer­la, pero si no que­re­mos ver­nos impul­sa­dos a medi­das todavía más drás­ti­cas que las suge­ri­das por Samuel But­ler en Erew­hon, será mejor que nos tra­ce­mos un iti­ne­ra­rio más posi­ti­vo, es decir, la recons­ti­tu­ción simultá­nea de nues­tra cien­cia y nues­tra téc­ni­ca de modo que poda­mos inser­tar las partes repu­dia­das de la per­so­na­li­dad huma­na en cada fase del pro­ce­so. Esto signi­fi­ca sacri­fi­car de buen gra­do la mera can­ti­dad a fin de resta­ble­cer la elec­ción cua­li­ta­ti­va, des­pla­zar la sede de la auto­ri­dad desde el colec­ti­vo mecá­ni­co has­ta la per­so­na­li­dad huma­na y el gru­po autó­no­mo, favo­re­cien­do la varie­dad y la com­ple­ji­dad ecoló­gi­ca, en vez de pro­pu­gnar una uni­for­mi­dad y una estan­da­ri­za­ción inde­bi­das, y , sobre todo, redu­cien­do el insen­sa­to impul­so ten­dente a exten­der el sis­te­ma en sí en vez de man­te­ner­lo den­tro de unos límites huma­nos defi­ni­dos, dejan­do con ello al hombre en liber­tad para otros propó­si­tos. No debe­mos pre­gun­tar­nos lo que es bue­no para la cien­cia o la tec­no­logía, y todavía menos lo que es bue­no para la Gene­ral Motors, para la Unión Car­bide, para la IBM o para el Pentá­go­no, sino lo que es bue­no para el hombre, y no el hombre condi­cio­na­do por la máqui­na, regu­la­do por el sis­te­ma, el hombre-masa, sino el hombre en per­so­na, el hombre en libre movi­mien­to en todas y cada una de las áreas de vida.

Hay grandes áreas de la tec­no­logía que pue­den ser redi­mi­das por pro­ce­sos demo­crá­ti­cos una vez haya­mos super­a­do las infan­tiles com­pul­siones y los auto­ma­tis­mo que hoy ame­na­zan con can­ce­lar nues­tras autén­ti­cas ganan­cias. El pro­pio tiem­po de ocio que la máqui­na pro­por­cio­na hoy en los países avan­za­dos puede ser pro­ve­cho­sa­mente uti­li­za­do, no para nue­vas depen­den­cias res­pec­to a otras clases de máqui­nas, que sumi­nis­tren un recreo automá­ti­co, sino para rea­li­zar for­mas signi­fi­ca­ti­vas de tra­ba­jos inapro­ve­chable o téc­ni­ca­mente impro­ve­cho­so bajo la pro­duc­ción en serie, es decir, tra­ba­jo que depen­da de una habi­li­dad o unos cono­ci­mien­tos espa­ciales, de un sen­ti­do de la esté­ti­ca. El movi­mien­to del “hága­lo usted mis­mo” quedó pre­ma­tu­ra­mente atas­ca­do en un inten­to enca­mi­na­do de ven­der todavía más máqui­nas, pero su consi­gna apun­ta­ba en la bue­na direc­ción, siempre y cuan­do todavía ten­ga­mos algo que hacer noso­tros mis­mos. La inun­da­ción de automó­viles que hoy está des­truyen­do nues­tras ciu­dades sólo puede ata­jarse si redi­seña­mos las ciu­dades a fin de uti­li­zar al máxi­mo un agente huma­no más efi­ciente : el cami­nante. Inclu­so al nacer un niño, la ten­den­cia se está ya des­pla­zan­do ; por suerte, desde el pro­ce­di­mien­to auto­ri­ta­rio, ofi­cio­so y a menu­do letal, cen­tra­do en la ruti­na hos­pi­ta­la­ria, hacia una moda­li­dad más huma­na que devuelve la inicia­ti­va a la madre y a los rit­mos natu­rales del cuerpo.

La conse­cu­ción de la téc­ni­ca demo­crá­ti­ca es, evi­den­te­mente, un tema dema­sia­do impor­tante para ser expues­to en un par de frases finales, pero confío en haber deja­do bien sen­ta­do que las ven­ta­jas genui­nas apor­ta­das por nues­tra téc­ni­ca de base cientí­fi­ca sólo pue­den conser­varse si situa­mos todo el sis­te­ma en un pun­to en el que se per­mi­tan alter­na­ti­vas huma­nas, inter­ven­ciones huma­nas y deci­siones huma­nas para unas fina­li­dades total­mente dife­rentes de las del pro­pio sis­te­ma. En la actual coyun­tu­ra, si la demo­cra­cia no exis­tie­ra ten­dría­mos que inven­tar­la para sal­var y vol­ver a culti­var el espí­ri­tu del hombre.

Discurso pronunciado en Nueva York en conferencia “Técnicas democráticas y técnicas autoritarias” — 1963 por Lewis Mumford.

 

 


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Edi­ción : San­tia­go Per­ales Meraz.

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