El optimismo y el apocalipsis (por Sebastien Carew-Reid)

Tra­duc­ción al español del artí­cu­lo ‘Opti­mism and the Apo­ca­lypse’Para consul­tar la fuente ori­gi­nal haz click AQUÍ. 


De cómo nues­tros meca­nis­mos de defen­sa cog­ni­ti­vos nos están conde­nan­do a la muerte.

La gente más racio­nal, aún con una com­pren­sión bási­ca del pro­ce­so cientí­fi­co reco­no­cerá que algo anda seria­mente mal. Del cam­bio climá­ti­co y la extin­ción en masa de espe­cies, al cria­de­ro indus­trial y las vio­la­ciones a los dere­chos huma­nos glo­bales, los sín­to­mas deberían ser obvios para cual­quier per­so­na lo bas­tante valiente para mirar. La mayoría inclu­so admi­tirá que algu­nas pocas déca­das más de « lo mis­mo de siempre y aquí no pasa nada » nos conde­naría de mane­ra hor­ri­pi­lante a un futu­ro apocalíptico.

Entonces consi­de­ran­do cuan adver­sos sea­mos todos — y con razón — al dolor, a la mise­ria y a la muerte, la com­pren­sión de esto debería pro­veer­nos de la moti­va­ción sufi­ciente para poner un alto rápi­do y per­ma­nente al cami­no que nos está lle­van­do direc­to a la coli­sión con el caos, por todos los medios posibles. Lamen­ta­ble­mente , es una evi­den­cia que esto no es así. De hecho, no sólo los movi­mien­tos medioam­bien­ta­lis­tas están fal­lan­do en pre­ve­nir la tasa ace­le­ra­do­ra de des­truc­ción, sino que hacien­do una revi­sión más de cer­ca, se hace evi­dente que en efec­to, sigue lo mis­mo de siempre. ¿Qué está pasan­do ? Tene­mos los hechos, mon­tañas de prue­bas cientí­fi­cas veri­fi­ca­das una y otra vez y los ins­tru­men­tos pode­ro­sos de la razón y la lógi­ca a nues­tra dis­po­si­ción — la imple­men­ta­ción de una estra­te­gia efi­caz y per­ma­nente para sal­var el pla­ne­ta debería ser la parte fácil.

El pri­mer pro­ble­ma es que la mayoría de nues­tras solu­ciones y estra­te­gias actuales no se diri­gen o no están reco­no­cien­do siquie­ra la cau­sa de ori­gen de nues­tros pro­ble­mas – la civi­li­za­ción indus­trial. Si la cau­sa de ori­gen de un pro­ble­ma no es pues­ta como obje­ti­vo-blan­co, todos los esfuer­zos están obvia­mente conde­na­dos a ser solu­ciones inefi­caces y tem­po­rales como mucho.

Disonancia cognitiva
Viñe­tas de Ste­pha­nie Mcmil­lan, Isa­bel­la Ban­ner­man y Foys­ters, tra­du­ci­das al español.

Nues­tro segun­do pro­ble­ma es que nues­tros constantes fra­ca­sos para reco­no­cer y poner en prác­ti­ca la úni­ca solu­ción rea­lis­ta dis­po­nible para noso­tros, yace más allá del alcance de la razón y la lógi­ca, pro­fun­da­mente inte­gra­da en nues­tros cere­bros ani­males. Des­pués de todo, somos cria­tu­ras bioló­gi­cas falibles, escla­vos a los pro­ce­sos de selec­ción natu­rales que for­ja­ron nues­tros com­por­ta­mien­tos de super­vi­ven­cia por mil­lones de años. En este caso, los com­ple­jos y pro­tec­tores meca­nis­mos de autoen­gaño son los culpables. La rea­li­dad de que nues­tro esti­lo de vida que requiere de la des­truc­ción sis­temá­ti­ca y de la muerte para exis­tir — y que por lo tan­to tiene que ser des­man­te­la­do — es sim­ple­mente para noso­tros algo dema­sia­do grande de enfren­tar, y las hor­mo­nas del estrés pro­vo­can una respues­ta bioló­gi­ca fun­da­men­tal para res­tau­rar la paz men­tal a toda cos­ta. ¿El resul­ta­do ? Nos afer­ra­mos a las recon­for­tantes fal­sas espe­ran­zas de las tec­no­logías « verdes », cam­bian­do los hábi­tos per­so­nales de consu­mo, o votan­do el buen par­ti­do polí­ti­co, y que esto de algu­na mane­ra nos salvará.

El escri­tor y acti­vis­ta Der­rick Jen­sen com­pa­ra­ba esta pro­fun­da aver­sión a la vida sin la civi­li­za­ción indus­trial con los sín­to­mas de un adi­ción. « Nos hemos hecho tan depen­dientes de este sis­te­ma que nos está matan­do y explo­tan­do, que se nos ha vuel­to casi impo­sible de ima­gi­nar vivir fue­ra de él […] Una razón pri­mor­dial por la que muchos de noso­tros no que­re­mos ganar esta guer­ra — o siquie­ra admi­tir que está pasan­do — es que mate­rial­mente bene­fi­cia­mos del saqueo y el botín que deja. No estoy real­mente segu­ro de cuan­tos de noso­tros estarán que­rien­do olvi­darse de sus automó­viles y celu­lares, duchas calientes y luces eléc­tri­cas, nues­tra tien­da de comes­tibles y de ropa. Pero la ver­dad es que el sis­te­ma que conduce a estas cosas, que conduce al pro­gre­so tec­noló­gi­co y a nues­tra iden­ti­dad como seres civi­li­za­dos, nos está des­truyen­do, y más impor­tante aún, está des­truyen­do el planeta. »

Lle­gar a un acuer­do con esta rea­li­dad es pro­fun­da­mente traumá­ti­co y deses­ta­bi­li­zante. Estu­dios de IRMF (Ima­gen por reso­nan­cia magné­ti­ca fun­cio­nal) han mostra­do que esta clase de angus­tia cog­ni­ti­va acti­va las mis­mas áreas del cere­bro que se encien­den cuan­do esta­mos sien­do físi­ca­mente las­ti­ma­dos : la ínsu­la y el giro cin­gu­la­do. En un estu­dio estas regiones fue­ron acti­va­das cuan­do la gente expe­ri­mentó el recha­za­mien­to social por parte de cole­gas o ami­gos. En otro estu­dio estas mis­mas regiones fue­ron acti­va­das en la gente que mira­ba foto­grafías de ex-com­pañe­ros de romance de los que recien­te­mente se habían sepa­ra­do. Inves­ti­ga­dores en Ita­lia encon­tra­ron que aún ates­ti­guan­do el dolor social de otro indi­vi­duo se acti­va­ban respues­tas de dolor simi­lares a tra­vés de la empatía.

Nues­tra inna­ta aver­sión al dolor de todo tipo pro­du­cirá un heroi­co esfuer­zo para mini­mi­zar­lo. Pero evi­tar la angus­tia men­tal en un mun­do donde las rea­li­dades desa­gra­dables son omni­pre­sentes, inevi­ta­ble­mente pasa­re­mos gas­tan­do acti­va­mente la mayor parte de nues­tras vidas cen­su­ran­do y alte­ran­do la entra­da de infor­ma­ción que encon­tra­mos. A la pri­me­ra señal que nues­tras for­mas de ver el mun­do y creen­cias están sien­do ame­na­za­das, nues­tros « sis­te­mas inmu­noló­gi­cos » men­tales comien­zan a tra­ba­jar res­tau­ran­do la como­di­dad cog­ni­ti­va cam­bian­do los hechos e influyen­do en la lógi­ca, trayén­do­nos la paz men­tal, a un cos­to severo.

El teó­ri­co de la evo­lu­ción y pro­fe­sor de Har­vard Robert Tri­vers, explo­ra la cien­cia detrás de estos meca­nis­mos de defen­sa fir­me­mente inte­gra­dos, en su libro ‘Deceit and Self-Decep­tion’ o ‘El Engaño y el Autoen­gaño’, indi­can­do que « esto está más allá del simple error com­pu­ta­cio­nal, de los pro­ble­mas del sub­mues­treo de mues­tras más amplias, o los sis­te­mas váli­dos de lógi­ca que de vez en cuan­do salen mal. Esto es el autoen­gaño, una serie de pro­ce­di­mien­tos influen­cia­dos que afec­tan cada aspec­to de adqui­si­ción de la infor­ma­ción y aná­li­sis. Esto es la defor­ma­ción sis­temá­ti­ca de la ver­dad en cada eta­pa del pro­ce­so psi­coló­gi­co. » Ponién­do­lo cla­ra­mente : mani­pu­la­mos la ver­dad para redu­cir la res­pon­sa­bi­li­dad per­so­nal y vali­dar la inac­ción, conde­nan­do a nues­tras respues­tas para per­ma­ne­cer inade­cua­dos e inefi­caces. Tri­vers seña­la que, « el sis­te­ma psi­coló­gi­co inmu­ni­ta­rio no tra­ba­ja repa­ran­do lo que nos hace infe­lices, sino ponién­do­lo en el contex­to, racio­na­lizán­do­lo, redu­cién­do­lo al míni­mo y min­tien­do sobre ello…El autoen­gaño nos atra­pa en el sis­te­ma, ofre­cien­do en el mejor de los casos bene­fi­cios tem­po­rales mien­tras que se fra­ca­sa en diri­girse y resol­ver los ver­da­de­ros pro­ble­mas. »

Cuan­do se confron­ta con el ver­da­de­ro pro­ble­ma del der­rum­ba­mien­to ecoló­gi­co que nues­tra cultu­ra está cau­san­do, se requiere de mucho autoen­gaño y nega­ción para jus­ti­fi­car la inac­ción y simultá­nea­mente conser­var una ima­gen de sí mis­mo que sea éti­ca­mente sana. En estas situa­ciones somos la víc­ti­ma de los autoen­gaño­sos pro­ce­sos exten­si­va­mente docu­men­ta­dos de ten­den­cia a la confir­ma­ción : nues­tra ten­den­cia de inter­pre­tar cual­quier infor­ma­ción nue­va como vali­da­ción para sus actuales creen­cias o teorías. En un ejem­plo, inves­ti­ga­dores de la Uni­ver­si­dad de Michi­gan y la Uni­ver­si­dad del Esta­do de Geor­gia, encon­tra­ron que cuan­do la gente que sos­tenía creen­cias basa­das en la desin­for­ma­ción fue pre­sen­ta­da con hechos cor­re­gi­dos, no sólo cam­bia­ron raras veces sus opi­niones, sino que eran pro­pen­sos a vol­verse inclu­so más conven­ci­dos de sus incor­rec­tas opiniones.

No tene­mos que ir lejos para ver ejem­plos reales de esto. Cada vez que encon­tra­mos a alguien fuman­do un cigar­rillo, ates­ti­gua­mos meca­nis­mos de autoen­gaño en tiem­po real en acción. Uno sim­ple­mente no puede dis­fru­tar de una acti­vi­dad mien­tras se está consciente del daño seve­ro que esta le inflige a su cuer­po, entonces la deci­sión de seguir fuman­do nece­si­ta ser racio­na­li­za­da con las engaño­sas jus­ti­fi­ca­ciones con las que esta­mos fami­lia­ri­za­dos, como : « Soy sola­mente un fuma­dor social, » « lo deja­ré antes que sea dema­sia­do tarde, » « esas cosas no me pasarán a mí. » Las mis­mas jus­ti­fi­ca­ciones engaño­sas ocur­ren con los nega­cio­nis­tas del cam­bio climá­ti­co, los defen­sores de las tec­no­logías « verdes », y todo aquel depen­diente de la espe­ran­za que la civi­li­za­ción indus­trial es de algún modo redi­mible, para evi­tar dejar sus aco­ge­dores esti­los de vida, man­cha­dos de sangre.

Cada pedazo de material utilizado en nuestras cálidas ciudades comportan una huella de destrucción y muerte dejada atrás, cuya existencia es difícil de admitir pero que esta aun allí.
Cada peda­zo de mate­rial uti­li­za­do en nues­tras cáli­das ciu­dades com­por­tan una huel­la de des­truc­ción y muerte deja­da atrás, cuya exis­ten­cia es difí­cil de ver y admi­tir, pero que sigue allí.

Si que­re­mos algu­na opor­tu­ni­dad para sal­var lo que que­da del mun­do natu­ral, nece­si­ta­re­mos poner nues­tros egos y cie­gos opti­mis­mos a un lado, tomar res­pon­sa­bi­li­dad y basar nues­tras acciones en la rea­li­dad. Como escri­bió Jen­sen en « Beyond Hope » o « Más allá de la espe­ran­za »: « cuan­do para­mos de espe­rar por ayu­da exter­na, cuan­do deja­mos de espe­rar que la hor­rible situa­ción en la que esta­mos de algún modo se resuel­va, cuan­do deja­mos de espe­rar que la situa­ción de algún modo no empeore, entonces final­mente somos libres — real­mente libres — para comen­zar a tra­ba­jar fran­ca­mente en resol­ver­la. Yo diría que cuan­do la espe­ran­za muere, la acción comienza. »

Tene­mos que enten­der que la pena y la cóle­ra son emo­ciones nor­males cuan­do algo que ama­mos está sien­do ame­na­za­do o des­trui­do. Estas emo­ciones tra­tan de hablar­nos. Tene­mos que dejar de enter­rar­las en la nega­ción y comen­zar a escu­char, porque ellas nos están dicien­do que un límite ha sido atra­ve­sa­do. Nos están mos­tran­do donde están los límites de una espe­cie para lo que es éti­ca­mente acep­table de hacerle a un pla­ne­ta ente­ro. Nos expo­nen la direc­ción en la que nues­tros cora­zones quie­ren que vaya­mos, mos­trán­do­nos donde es nece­sa­ria la acción  para una ver­da­de­ra paz men­tal. Nece­si­ta­mos estas emo­ciones para darle empuje a nues­tras moti­va­ciones, el empuje para nun­ca dejar de luchar por lo que ama­mos, para nun­ca dejar de luchar por lo que es correcto.

Tene­mos la solu­ción, sim­ple­mente debe­mos poner manos a la obra.

Sebastien Carew-Reid


Tra­duc­ción-Edi­ción : San­tia­go Perales.

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