Lecciones de Economía de la Edad de Piedra (por Jerry Mander)

Traducción del capitulo intitulado "Lessons in Stone-Age Economics" del libro de Jerry Mander "In the Absence of the Sacred: The Failure of Technology and the Survival of the Indian Nations". 

Si lo de que lle­va­mos el don de la demo­cra­cia a los ter­ri­to­rios indí­ge­nas es una fal­se­dad des­ti­na­da a jus­ti­fi­car la agre­sión de la que los occi­den­tales les hace­mos obje­to, otra jus­ti­fi­ca­ción igual­mente falaz es que lle­va­mos allí los medios nece­sa­rios para libe­rarse del tra­ba­jo pesa­do y agotador.

Según nues­tra mito­logía, los pue­blos nati­vos sopor­tan la tre­men­da opre­sión de la « eco­nomía de sub­sis­ten­cia », tér­mi­no que con su simple for­mu­la­ción evo­ca sen­ti­mien­tos de pie­dad e imá­genes de mise­ria. Nues­tras máqui­nas, nues­tra tec­no­logía y nues­tros sis­te­mas de orga­ni­za­ción econó­mi­ca super­iores per­mi­ten libe­rarse del tra­ba­jo ago­ta­dor, apor­tan una posi­bi­li­dad de ocio y pro­tec­ción contra la arbi­tra­rie­dad de los ciclos natu­rales. Los pue­blos pre-tec­noló­gi­cos, que viven al día bus­can­do sin cesar ali­men­tos y pro­tec­ción frente a los ele­men­tos, nece­si­tan y desean lo que apor­ta la socie­dad occi­den­tal. Eso es lo que se dice.

Tenien­do en cuen­ta esta lógi­ca, la mayoría de los occi­den­tales se sor­pren­den al saber que los pue­blos indí­ge­nas de la tier­ra no desean en su mayoría subirse a la máqui­na econó­mi­ca occi­den­tal. Ale­gan que sus méto­dos tra­di­cio­nales les han ser­vi­do durante mile­nios y que los nues­tros están des­ti­na­dos al fra­ca­so. Estas opi­niones apa­re­cen en el libro del juris­ta cana­diense Tho­mas R. Ber­ger Vil­lage Jour­ney, que des­cribe un viaje por las comu­ni­dades de Alas­ka que afron­tan la arre­me­ti­da de las eco­nomías occi­den­tales. El libro de Ber­ger pre­sen­ta amplios tes­ti­mo­nios de nati­vos de Alas­ka que se opo­nen al mode­lo econó­mi­co occidental.

Suzy Erlich de Kot­ze­bue, Alaska :

Per­te­nez­co a una fami­lia de sub­sis­ten­cia. Así crecí. Me enor­gul­lez­co de ello. Quie­ro que-mis hijos crez­can igual. Nos da fuer­za como Iñu­piat. No es lo mis­mo que ir a la tien­da. Nues­tra tien­da de comes­tibles tiene una exten­sión de mil­lones de hectá­reas y eso nos enorgullece.

Bob­by Wells de Kot­ze­bue, Alaska :

Recuer­do a nues­tros padres, cómo sobre­vivían en este mun­do, con los ven­da­vales, las tem­pe­ra­tu­ras géli­das […] Apren­die­ron a com­par­tir las cosas, a ayu­darse unos a otros […] Aho­ra lucha­mos por sobre­vi­vir entre gente dife­rente, entre dife­rentes razas de esta civi­li­za­ción occi­den­tal. ¿Qué tiene que ofre­cer esta civi­li­za­ción occi­den­tal ? Negocios.

Alice Solo­mon de Bar­row, Alaska :

La gente es feliz […] han caza­do una bal­le­na. Están real­mente emo­cio­na­dos, y has­ta lo más hon­do, muy pro­fun­da­mente. Y cuan­do entras en la casa de los que pes­ca­ron la bal­le­na, ves esa feli­ci­dad, esa emo­ción, ese llo­rar de ale­gría, porque están conten­tos de haber reci­bi­do seme­jante don.

Los occi­den­tales sue­len pasar por alto opi­niones como éstas en las conta­das oca­siones en que las oyen (uno de los temas del libro de Ber­ger es que a los indí­ge­nas casi nun­ca se les consul­ta). Además, esta­mos tan abso­lu­ta­mente conven­ci­dos de la vali­dez del proyec­to tec­noló­gi­co occi­den­tal que que­re­mos « mejo­rar » las condi­ciones de los indí­ge­nas a toda cos­ta, inclu­so contra su voluntad.

Y así ha sido durante siglos. Los plan­tea­mien­tos occi­den­tales no han cam­bia­do mucho en este aspec­to desde el siglo XVII. Nues­tra idea de super­io­ri­dad jus­ti­fi­ca la conti­nua expan­sión de nues­tro sis­te­ma econó­mi­co, de las explo­ta­ciones mine­ras, de la defo­res­ta­ción y de la pavi­men­ta­ción del mun­do natu­ral y no sen­ti­mos culpa­bi­li­dad algu­na por los ter­ri­to­rios de los pue­blos indí­ge­nas que des­trui­mos al hacer­lo. Nues­tra mito­logía lo apoya, nues­tro sis­te­ma econó­mi­co se basa en ello, y nues­tras ins­ti­tu­ciones finan­cie­ras (desde el ban­co local has­ta el Ban­co Mun­dial) pro­cu­ran por todos los medios que esos méto­dos continúen.

El sis­te­ma nun­ca pone en tela de jui­cio estos asun­tos. Sólo las recientes cam­pañas de gru­pos como Rain­fo­rest Action Net­work y Earth First!* han empe­za­do a opo­nerse a esas acti­tudes y a esos pro­ce­di­mien­tos. Pero si nues­tra socie­dad cues­tio­na­ra real­mente algu­na vez sus hipó­te­sis sobre la via­bi­li­dad de las eco­nomías autóc­to­nas y pre­gun­ta­ra a la gente de esas socie­dades qué opi­nan de ellas, sin duda ten­dría­mos que recon­si­de­rar nues­tras opiniones.

« Cor­to­me­traje ani­ma­do que, en tono satí­ri­co, demole el mito de que impo­ner el « desar­rol­lo » a los pue­blos indí­ge­nas los ayuda. »

OCIO PRETECNOLÓGICO

 

La publi­ca­ción de Stone Age Eco­no­mics [Eco­nomía de la edad de pie­dra], de Mar­shall Sah­lins en 1972 ten­dría que haber refu­ta­do casi todos los para­dig­mas que emplea­mos para defi­nir las ven­ta­jas de nues­tra tec­no­logía. Sah­lins, pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Chi­ca­go, uti­li­za la inves­ti­ga­ción de cam­po de tri­bus de todo el pla­ne­ta para demos­trar concre­ta­mente que, en contra de la opi­nión común, las socie­dades « pri­mi­ti­vas » (sobre todo las comu­ni­dades de caza­dores y reco­lec­tores, como las de Alas­ka) dis­fru­ta­ban de « tiem­po de ocio » abun­dante, satis­facían sus deseos mate­riales y sus nece­si­dades de super­vi­ven­cia sin dema­sia­do esfuer­zo, no tra­ba­ja­ban exce­si­va­mente y elegían volun­ta­ria­mente la « eco­nomía de sub­sis­ten­cia »: no acu­mu­la­ban exce­dentes deliberadamente.

Sah­lins escribe :

« Casi uni­ver­sal­mente par­ti­da­rios de la tesis de que en el paleolí­ti­co la exis­ten­cia era dura, nues­tros libros de tex­to se esfuer­zan en trans­mi­tir una idea de fata­li­dad inmi­nente, que nos hace pre­gun­tar­nos no sólo cómo podían vivir los caza­dores, sino, en rea­li­dad, si aquel­lo era vida. » Sah­lins enu­me­ra algu­nas expre­siones deni­gra­to­rias común­mente emplea­das : « Mera eco­nomía de sub­sis­ten­cia », « ocio limi­ta­do », « caren­cia de exce­dentes econó­mi­cos », y la nece­si­dad de estas socie­dades de sobre­vi­vir invir­tien­do la « máxi­ma energía del mayor núme­ro de per­so­nas ». Sah­lins consi­de­ra estas acti­tudes « el pri­mer pre­jui­cio cla­ra­mente neolí­ti­co » crea­do deli­be­ra­da­mente para defi­nir la rela­ción del caza­dor con la tier­ra y los recur­sos de la for­ma « más com­pa­tible con la misión histó­ri­ca de arrebatárselos. »

Las per­so­nas de la edad de pie­dra no eran pri­sio­ne­ras del tra­ba­jo, nos dice Sah­lins. Al contrario /

« puede demos­trarse que caza­dores y reco­lec­tores tra­ba­jan menos que noso­tros ; y en vez de una fati­ga constante, la bús­que­da de ali­men­tos es inter­mi­tente, el ocio abun­dante y la media anual de horas de sueño durante el día por per­so­na es super­ior a la que se da en cual­quier otro tipo de sociedad. »

“Cuan­do mis hijos tie­nen hambre, tan solo ten­go que inter­narme en la sel­va y les encuen­tro comi­da” Pica­ri Awá. [Los Awá, Caza­dores-reco­lec­tores del Ama­zo­nas. Foto de Sur­vi­val International]

HORARIO DE BANQUERO

 

Mar­shall Sah­lins cita en su libro un estu­dio rea­li­za­do en 1960 por Fre­de­rick D. McCar­thy y Mar­ga­ret McAr­thur sobre las comu­ni­dades aborí­genes de la Tier­ra de Arn­hem Occi­den­tal (Aus­tra­lia). Los inves­ti­ga­dores suma­ron todo el tiem­po emplea­do en todas las acti­vi­dades econó­mi­cas (reco­lec­ción de plan­tas, pre­pa­ra­ción de los ali­men­tos y repa­ra­ción de armas) durante un per­io­do de varios meses, des­cu­brien­do que el varón medio tra­ba­ja­ba tres horas cua­ren­ta y cua­tro minu­tos dia­rios, mien­tras que la mujer tra­ba­ja­ba por tér­mi­no medio tres horas cin­cuen­ta minu­tos al día.

« La conclu­sión inme­dia­ta más evi­dente – dice Sah­lins - es que no tra­ba­jan dema­sia­do […] Además no tra­ba­jan continuamente. »

Según McCar­thy y McArthur :

« Aparte del tiem­po dedi­ca­do a las rela­ciones sociales en gene­ral, a char­las, cotilleos, etc., algu­nas horas del día se dedi­ca­ban tam­bién a dor­mir y a des­can­sar. Si los hombres esta­ban en el cam­pa­men­to, nor­mal­mente dormían des­pués de comer una hora u hora y media y a veces has­ta más. Tam­bién solían echar una cabe­za­da cuan­do volvían de pes­car o de cazar […] Las mujeres des­can­sa­ban, al pare­cer, con más fre­cuen­cia que los hombres cuan­do salían a reco­lec­tar al bosque. Si per­ma­necían todo el día en el cam­pa­men­to, tam­bién dormían a horas suel­tas, a veces bas­tante tiempo. »

Los bos­qui­ma­nos dobe de Afri­ca meri­dio­nal consti­tuyen un ejem­plo de otro conti­nente. Sah­lins cita el estu­dio rea­li­za­do por Richard Lee, que demues­tra que la sema­na labo­ral media del bos­qui­ma­no dobe es de unas quince horas : dos horas nueve minu­tos al día. Y que es más signi­fi­ca­ti­vo, sólo el 65 por cien­to de la pobla­ción tra­ba­ja­ba algo.

Ima­gen de los 60’s de Richard Bor­shay Lee, antro­po­lo­go cana­diense, en un ban­quete orga­ni­za­do para agra­de­cer a los bos­qui­ma­nos por la hos­pi­ta­li­dad, se quedó mara­villa­do cuan­do los bos­qui­ma­nos le dije­ron que había atra­pa­do a una pre­sa esca­sa : “muy vie­ja, fla­ca y dema­sia­do dura de comer”.

Sah­lins comen­ta sobre esto :

« El tra­ba­jo de un varón bos­qui­ma­no sus­ten­ta a cua­tro o cin­co per­so­nas. Tenien­do en cuen­ta el valor nomi­nal, la reco­lec­ción de ali­men­tos de los bos­qui­ma­nos es más efi­caz que la agri­cul­tu­ra fran­ce­sa has­ta la segun­da guer­ra mun­dial, en la que más del 20 por cien­to de la pobla­ción se ocu­pa­ba de ali­men­tar al res­to. Confie­so que la com­pa­ra­ción puede resul­tar engaño­sa, pero es aún más sor­pren­dente que engañosa. »

Esta com­pa­ra­ción con nues­tra socie­dad actual demos­traría que los agri­cul­tores esta­dou­ni­denses (sólo el 15 por cien­to de la pobla­ción del país) ali­men­tan al res­to del país, gra­cias a la tec­no­logía. Pero en las socie­dades pri­mi­ti­vas quienes ali­men­tan a los demás lo hacen mediante un acuer­do coope­ra­ti­vo (com­par­ten tur­nos de tra­ba­jo y com­par­ten los ali­men­tos) que no libe­ra de ningún tra­ba­jo al res­to de la socie­dad. En nues­tra socie­dad, en la que no existe en rea­li­dad el repar­to y hay una depen­den­cia real del dólar para adqui­rir ali­men­tos, el 95 por cien­to de no agri­cul­tores no está exen­to del tra­ba­jo ; está ata­do a una maqui­na­ria econó­mi­ca dis­tin­ta de la agri­cul­tu­ra para pro­du­cir el dine­ro nece­sa­rio para pagar los alimentos.

Los Had­za, tri­bu de caza­dores reco­lec­tores, su linaje data de más o menos 100.000 años de antigüe­dad, uno de lo más anti­guos. Su esti­lo de vida se ha man­te­ni­do has­ta hoy.

Según Richard Lee :

« Una mujer reúne en un día ali­men­tos sufi­cientes para el sus­ten­to de su fami­lia durante tres días y dedi­ca el tiem­po res­tante a des­can­sar en el cam­pa­men­to, hacien­do bor­da­dos, visi­tan­do otros cam­pa­men­tos o aten­dien­do a las visi­tas de otros cam­pa­men­tos. La ruti­na dia­ria, las labores de la coci­na como gui­sar, par­tir fru­tos secos, reco­ger leña y trans­por­tar agua, les ocu­pa de una a tres horas. Este rit­mo de tra­ba­jo conti­nuo y ocio conti­nuo se man­tiene durante todo el año. Los caza­dores varones tra­ba­jan más fre­cuen­te­mente que las mujeres, pero su pro­gra­ma es irre­gu­lar. No es insó­li­to que un hombre cace afa­no­sa­mente una sema­na y lue­go pase dos o tres sin cazar nada en abso­lu­to. Durante estos per­io­dos, las prin­ci­pales acti­vi­dades de los hombres son las visi­tas, las rela­ciones sociales y espe­cial­mente las danzas. »

Une madre bos­qui­ma­na y su hija reco­lec­tan­do bayas en el corazón del Kala­ha­ri (Foto : Phi­lippe Clotuche/Survival)

CONSUMO DIETÉTICO

 

Es un error gene­ra­li­za­do pen­sar que las socie­dades pri­mi­ti­vas sobre­vi­ven en los niveles de sub­sis­ten­cia míni­mos, pues la inves­ti­ga­ción demues­tra lo contra­rio. A los caza­dores de Tier­ra de Arn­hem, por ejem­plo, no les gus­ta la die­ta monó­to­na ; tra­ba­jan para conse­guir una amplia varie­dad de ali­men­tos muy por enci­ma de la can­ti­dad sufi­ciente. Según los inves­ti­ga­dores McCar­thy y McAr­thur, el consu­mo die­té­ti­co de los caza­dores era ade­cua­do según los cri­te­rios actuales del Conse­jo Nacio­nal de Inves­ti­ga­ción de Amé­ri­ca. En varias comu­ni­dades aborí­genes el consu­mo dia­rio medio super­a­ba las 2.130 calorías, lo que supone un nivel de nutri­ción mejor que el que dis­fru­ta el 15 por cien­to de la pobla­ción estadounidense.

Los bos­qui­ma­nos dobe, igual que los aborí­genes aus­tra­lia­nos, dis­fru­ta­ban de un consu­mo caló­ri­co super­ior a las 2.100 calorías dia­rias. No obs­tante, según los cál­cu­los de un inves­ti­ga­dor, tenien­do en cuen­ta el peso físi­co medio de los bos­qui­ma­nos, éstos sólo nece­si­ta­ban 1.900 calorías dia­rias. Los ali­men­tos sobrantes, dice el inves­ti­ga­dor, se los daban a los perros.

« Puede lle­garse a la conclu­sión ‑dice Richard Lee- de que los bos­qui­ma­nos no lle­van una exis­ten­cia míse­ra al borde de la inani­ción, como se ha consi­de­ra­do normalmente. »

Mar­shall Sah­lins concluye : « Los caza­dores hacen un hora­rio de ban­que­ros, nota­ble­mente infe­rior al de los moder­nos obre­ros indus­triales »; y, sin embar­go, seña­la que el consu­mo de ali­men­tos es varia­do y sufi­ciente. Comen por pla­cer tan­to como para subsistir.

En el nombre de la com­pe­ti­ti­vi­dad y la efi­cien­cia, del cre­ci­mien­to y pro­gre­so econó­mi­cos : « el tiem­po es oro », « el tra­ba­jo libera ».

BAJA PRODUCCIÓN DELIBERADA

 

En las socie­dades pri­mi­ti­vas, al contra­rio que en las socie­dades indus­triales moder­nas, la gente decide no pro­du­cir a los niveles máxi­mos. Por insó­li­to que parez­ca desde el pun­to de vis­ta occi­den­tal, « hay un des­pre­cio consciente y cohe­rente por la idea de “máxi­mo esfuer­zo del máxi­mo núme­ro de per­so­nas”», según Sah­lins. y añade :

« La fuer­za labo­ral no se uti­li­za ple­na­mente, los medios tec­noló­gi­cos no se emplean ple­na­mente, los recur­sos natu­rales no se apro­ve­chan por com­ple­to ». la pro­duc­ción es baja con rela­ción a las posi­bi­li­dades exis­tentes. La jor­na­da labo­ral es cor­ta. El núme­ro de días libres es super­ior al de días de tra­ba­jo. Bai­lar, pes­car, jugar, dor­mir y cele­brar cere­mo­nias pare­cen ocu­par la mayor parte del tiem­po de un individuo. »

Como no se tra­ba­ja a ple­no ren­di­mien­to, se « des­per­di­cian » los recur­sos del entor­no, lo cual impul­sa a los occi­den­tales a inten­tar deses­pe­ra­da­mente hacerse con esos « recur­sos des­per­di­cia­dos ». El entor­no inme­dia­to de muchas comu­ni­dades de caza­dores y reco­lec­tores podría sus­ten­tar hol­ga­da­mente a una pobla­ción tres veces mayor, pero el control deli­be­ra­do del cre­ci­mien­to de la pobla­ción y la esca­sa explo­ta­ción deli­be­ra­da de la ple­na capa­ci­dad econó­mi­ca del entor­no han man­te­ni­do la pro­por­ción gente-recur­sos muy baja. En vez de ago­tar el poten­cial pro­duc­ti­vo del medio, las comu­ni­dades de la edad de pie­dra deci­den dejar que algu­nos fru­tos cai­gan al sue­lo y algu­nos ani­males sigan vivien­do en paz. La gente, mien­tras tan­to, dis­fru­ta vagan­do, dur­mien­do, bai­lan­do, galan­tean­do, y par­ti­ci­pan­do en las cere­mo­nias y rela­ciones que tie­nen sen­ti­do en estas socie­dades. « Máxi­mo esfuer­zo », sin duda.

Los Had­za, caza­dores reco­lec­tores de Tanzania.

ELECCIÓN DE LA SUBSISTENCIA

 

La hipó­te­sis occi­den­tal es que los caza­dores y reco­lec­tores nóma­das, sobre todo los que siguen vivien­do hoy día (que ascien­den a dece­nas de mil­lones) estarían encan­ta­dos si pudie­ran libe­rarse de su eco­nomía de « sub­sis­ten­cia ». Pero Sah­lins demues­tra que estos pue­blos han ele­gi­do cla­ra­mente su for­ma de vida. Inclu­so cuan­do las tri­bus veci­nas dejan de ser caza­do­ras y reco­lec­to­ras para conver­tirse en comu­ni­dades agrí­co­las estables, emplean­do a veces « ins­tru­men­tos tec­noló­gi­cos avan­za­dos », muchas comu­ni­dades caza­do­ras y reco­lec­to­ras se nie­gan a hacer otro tan­to, ale­gan­do que les exi­giría tra­ba­jar más. Richard Lee cita a los bosquimanos :

«¿Por qué tene­mos que plan­tar habien­do tan­tos fru­tos de mun­go en el mundo ? »

Es fre­cuente decir que los caza­dores y reco­lec­tores son « cultu­ral­mente infe­riores » porque no pro­du­cen los exce­dentes que podrían pro­te­gerles de los capri­chos de la natu­ra­le­za. Sah­lins pos­tu­la cua­tro razones para expli­car por qué evi­tan los exce­dentes. Pri­me­ra, son opti­mis­tas. Cuan­do hay ali­men­tos sue­len comér­se­los todos, ati­borrán­dose inclu­so. Al pare­cer, el plan­tea­mien­to es que, pues­to que los ali­men­tos abun­dan en la natu­ra­le­za, no es nece­sa­rio alma­ce­nar­los ; la pro­pia natu­ra­le­za los alma­ce­na aquí y allá, en plan­tas y ani­males, si uno sabe dónde bus­car­los. Así que inclu­so cuan­do las tor­men­tas o los acci­dentes pri­van de ali­men­tos a una comu­ni­dad durante días o sema­nas, las conse­cuen­cias pocas veces son desas­tro­sas, y siempre pue­den tras­la­darse a otro sitio.

En segun­do lugar, los caza­dores y reco­lec­tores son nóma­das por deci­sión pro­pia. Si alma­ce­na­ran o trans­por­ta­ran ali­men­tos se verían ata­dos a un lugar concre­to o ten­drían que des­pla­zarse mucho más des­pa­cio. En el caso de los caza­dores y reco­lec­tores, « se dice real­mente que para ellos la rique­za es una car­ga », comen­ta Sah­lins. El hecho mis­mo del des­pla­za­mien­to « mini­mi­za rápi­da­mente la satis­fac­ción de la propiedad. »

En Lost World of Kala­ha­ri [El mun­do per­di­do del Kala­ha­ri] el autor, Lau­rens van der Post, expli­ca su impo­si­bi­li­dad de hacer rega­los a los bosquimanos :

« Parecía que casi todo les hicie­ra la vida más difí­cil aumen­tan­do las difi­cul­tades y la car­ga en su recor­ri­do dia­rio. Ellos ape­nas tenían pro­pie­dades per­so­nales : una cor­rea, un man­to de piel y una bol­sa de cue­ro. No había nada que no pudie­ran reco­ger en un minu­to, envol­ver­lo en sus man­tos y trans­por­tar­lo a la espal­da durante un viaje de más de mil kiló­me­tros. No tenían noción de la pro­pie­dad. » (En la socie­dad moder­na, por supues­to, la « pose­sión » quizá sea nues­tro máxi­mo afán.)

En ter­cer lugar, una eco­nomía basa­da en la acu­mu­la­ción aumen­taría el impac­to de los bos­qui­ma­nos en el medio por enci­ma de la éti­ca actual de esca­so consu­mo. Los exce­dentes pro­vo­carían además un aumen­to de la pobla­ción, lo cual ame­na­zaría la movi­li­dad de la comu­ni­dad y la haría más vul­ne­rable a los desastres naturales.

En cuar­to lugar, el amor pro­pio del caza­dor se basa en la caza. Acu­mu­lar exce­dentes redu­ciría su impor­tan­cia psi­coló­gi­ca y cultu­ral. Tam­bién redu­ciría la enseñan­za de los jóvenes y pro­du­ciría una socie­dad más ocio­sa con menos conocimientos.

Sah­lins no dice que las cultu­ras de la edad de pie­dra sean invul­ne­rables a la esca­sez de ali­men­tos, sino que los caza­dores y reco­lec­tores no son más vul­ne­rables que cual­quier otra socie­dad. ¿Y qué pasa en el mun­do actual?, pre­gun­ta. « Se dice que de un ter­cio a la mitad de la huma­ni­dad se acues­ta con hambre todas las noches. Unos veinte mil­lones sólo en Esta­dos Uni­dos. En la anti­gua Edad de Pie­dra, la pro­por­ción era sin duda muy infe­rior. Vivi­mos una épo­ca de hambre sin pre­ce­dentes. Hoy día, en la épo­ca de mayor poder téc­ni­co, el hambre es una ins­ti­tu­ción. Inver­tid otra fór­mu­la vene­rable : el hambre aumen­ta rela­ti­va y abso­lu­ta­mente con la evo­lu­ción de la cultura. »

LA CREACIÓN DE « POBREZA »

 

En el caso concre­to de los bos­qui­ma­nos, Sah­lins expone desde un pun­to de vis­ta dife­rente la fal­ta de rique­za mate­rial, que noso­tros lla­ma­mos « pobre­za »:

La pose­sión de los uten­si­lios nece­sa­rios es gene­ral, lo mis­mo que el cono­ci­mien­to de las téc­ni­cas pre­ci­sas […] Añá­danse las cos­tumbres gene­ro­sas de com­par­tir, algo por lo que los caza­dores gozan de mere­ci­da fama, pues todo el mun­do puede par­ti­ci­par nor­mal­mente de la pros­pe­ri­dad exis­tente. Pero esta pros­pe­ri­dad depende, cla­ro, de un nivel de vida obje­ti­va­mente bajo […] de que la cuo­ta habi­tual de artí­cu­los de consu­mo se sitúe a un nivel modes­to… si no hay deseo, no hay carencia.

Pobre­za no es una deter­mi­na­da can­ti­dad de bienes, ni es tam­po­co la simple rela­ción entre medios y fines ; es fun­da­men­tal­mente una rela­ción entre las per­so­nas. La pobre­za es una condi­ción social […] has­ta que la cultu­ra no alcanzó la cima de sus logros mate­riales, no se eri­gió un san­tua­rio a lo inal­can­zable : Nece­si­dades Infinitas.

Ate­nién­do­nos a la situa­ción actual, hemos de men­cio­nar el pun­to de vis­ta de los yupiks (esqui­males) de Alas­ka. En una publi­ca­ción de la Aso­cia­ción de Pre­si­dentes de las Jun­tas Comu­ni­ta­rias, edi­ta­da por Art David­son, Does One Way of Life Have to Die So Ano­ther Can Live ? [¿Ha de morir una for­ma de vida para que pue­da vivir otra?] se hacía la siguiente consi­de­ra­ción sobre la influen­cia de los moder­nos sis­te­mas econó­mi­cos en la crea­ción de pobre­za :

La pobre­za se ha intro­du­ci­do recien­te­mente en las comu­ni­dades indí­ge­nas […] durante miles de años la gente obtu­vo de la tier­ra y el mar lo nece­sa­rio para su sub­sis­ten­cia a lo lar­go de la cos­ta occi­den­tal de Alas­ka. La vida era dura, pero no existían las frus­tra­ciones y los estig­mas de la pobre­za, porque la gente no era pobre. Vivir de la tier­ra alentó la exis­ten­cia de la cultu­ra yupik y la desar­rolló, una cultu­ra en que la rique­za era la rique­za comu­nal del pue­blo que pro­por­cio­na­ba la tier­ra. Tan­to si los ali­men­tos eran abun­dantes como si eran esca­sos. Esta par­ti­ci­pa­ción crea­ba un vín­cu­lo entre los indi­vi­duos que contri­buía a garan­ti­zar la super­vi­ven­cia. La vida era dura entonces, pero a la gente le resul­ta­ba satis­fac­to­ria. Hoy la vida es más fácil, pero ya no es satisfactoria.

[…] Los pri­me­ros comer­ciantes rusos lle­va­ron la idea de rique­za y pobre­za. Estas per­so­nas nue­vas aña­die­ron al sis­te­ma de vida el obje­ti­vo de la acu­mu­la­ción. Se tra­za­ban líneas de sepa­ra­ción entre las per­so­nas basán­dose en lo que habían acu­mu­la­do, ya fue­ran pieles, dine­ro, ter­ri­to­rios o las almas de los conver­sos […] El nue­vo sis­te­ma econó­mi­co… empezó a sus­ti­tuir ali­men­tos y pieles por dine­ro, la coope­ra­ción por la riva­li­dad, el repar­to por la acumulación.

Los yupiks dan un ejem­plo reciente de lo que ocur­rió en la Bahía de Bris­tol cuan­do se sus­ti­tuyó la eco­nomía de sub­sis­ten­cia por la nue­va eco­nomía monetaria :

Al prin­ci­pio la gente vivía de la tier­ra y el mar ; los enormes ban­cos de salmón pro­por­cio­na­ban una fuente segu­ra de ali­men­tos. [Entonces] empezó la pes­ca comer­cial con el obje­ti­vo de conse­guir todo lo posible. Los polí­ti­cos urba­nos y los inter­eses econó­mi­cos exter­nos no tar­da­ron en per­mi­tir la explo­ta­ción de los ban­cos de salmón casi has­ta la extin­ción. Los habi­tantes de las zonas cos­te­ras se empo­bre­cie­ron. El gobier­no empezó a preo­cu­parse. Entonces se pidió una inves­ti­ga­ción pes­que­ra y se impu­so el « acce­so limi­ta­do ». Die­ron bonos de ali­men­tos a la gente que antes pes­ca­ba. Se supu­so que los indí­ge­nas adap­tarían de una u otra for­ma sus cos­tumbres tra­di­cio­nales a este sis­te­ma econó­mi­co occidental […] 

Los blan­cos tra­je­ron enfer­me­dades como la virue­la y la sífi­lis que mata­ron a miles de los nues­tros […] No se sabe has­ta qué pun­to el impac­to econó­mi­co de la civi­li­za­ción occi­den­tal fue abso­lu­ta­mente devas­ta­dor para el bie­nes­tar y el espí­ri­tu del pue­blo […] estos nue­vos méto­dos de hacer las cosas pue­den ser tan per­tur­ba­dores para la vida de una per­so­na o de una cultu­ra como la virue­la lo es para la vida de un cuer­po. Afor­tu­na­da­mente se ha encon­tra­do una cura para la virue­la. Pero no se ha encon­tra­do cura para nues­tra « pobre­za » […] entre los reme­dios apli­ca­dos figu­ran cre­cientes dosis de la for­ma de vida occi­den­tal, con la espe­ran­za de que el nue­vo sis­te­ma sus­ti­tuya de algún modo con éxi­to al antiguo.

Los Awá, caza­dores reco­lec­tores del ama­zo­nas, es una tri­bu ame­na­za­da, para saber más haz clic AQUÍ.

ADELANTE A TODA MARCHA : EL OCIO EN TECNO-UTOPÍA

 

Según estadís­ti­cas de Louis Har­ris y Aso­cia­dos, la sema­na labo­ral media es hoy en Esta­dos Uni­dos de cua­ren­ta y siete horas. Esto supera la media de cua­ren­ta horas de la déca­da ante­rior. Más de un ter­cio de la pobla­ción labo­ral mas­cu­li­na acti­va tra­ba­ja más horas del pro­me­dio. Según el Minis­te­rio de Tra­ba­jo esta­dou­ni­dense, casi seis mil­lones de hombres y más de un mil­lón de mujeres tra­ba­jan más de sesen­ta horas sema­nales en empleos remu­ne­ra­dos. (Estos cál­cu­los no incluyen el tra­ba­jo domés­ti­co aña­di­do no remu­ne­ra­do de la mayoría de las mujeres.)

En deter­mi­na­das cate­gorías labo­rales, como por ejem­plo los agri­cul­tores, empre­sa­rios y pro­fe­sio­nales autó­no­mos, la sema­na labo­ral típi­ca es de sesen­ta horas. El pro­me­dio de los direc­tores de grandes empre­sas supera las sesen­ta horas de tra­ba­jo a la semana.

Estos datos supo­nen una notable mejo­ra res­pec­to a la situa­ción de 1850, que es el per­io­do con el que sue­len com­pa­rarse. En aquel­la épo­ca, la sema­na labo­ral media era de seten­ta horas, las condi­ciones labo­rales eran mucho peores y el nivel de vida muy infe­rior. Así que com­pa­ran­do la situa­ción actual con la de 1850, hoy esta­mos mucho mejor. ¿Pero es una com­pa­ra­ción apro­pia­da ? Pre­ci­sa­mente hacia 1850 se esta­ban impo­nien­do a los tra­ba­ja­dores los peores abu­sos de la nue­va indus­tria­li­za­ción y se creó una nue­va clase de obre­ros urba­nos po­bres. Com­pa­ra­da con la de 1850, la situa­ción actual no puede ser sino bue­na. Si retro­ce­de­mos has­ta la Edad Media, el soció­lo­go fran­cés Alain Caillé esta­blece la media labo­ral dia­ria en 8,5–16 horas, según la esta­ción del año. Pero los obre­ros urba­nos tam­bién tenían unos 130 días sin tra­ba­jo : fies­tas reli­gio­sas y vís­pe­ras, más los domin­gos y algu­nos sába­dos. « En el cam­po ‑decía Caillé- [había] sólo 180 días de tra­ba­jo real ». Y los « niveles de vida » eran sin duda tan bue­nos entonces para los tra­ba­ja­dores como en la lúgubre déca­da de 1850. En cuan­to a la épo­ca de los roma­nos, había unas 150–200 fies­tas públi­cas al año. ¿Y en la edad de pie­dra ? (Véase Sahlins.)

¿Han mejo­ra­do las cosas, en rea­li­dad ? Quienes dis­fru­ta­mos de los fru­tos del mons­truo tec­noló­gi­co tene­mos más cosas en la vida. Esta­mos más lim­pios [sic] [NdE : no real­mente, por esto, esto, esto o esto] y vivi­mos más tiem­po. Pero si nos com­pa­ra­mos con las socie­dades prein­dus­triales es pro­bable que tra­ba­je­mos más. Y nues­tro afán de conse­guir y acu­mu­lar artí­cu­los de consu­mo ha crea­do una sor­pren­dente para­do­ja moder­na : esca­sez de tiem­po, pér­di­da de tiem­po de ocio y aumen­to del estrés en un medio de abun­dan­cia y rique­za evi­dentes. Hay una dis­mi­nu­ción de la cali­dad de vida y de la experiencia.

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Esta para­do­ja se trató en una serie de artí­cu­los crí­ti­cos de Los Angeles Times titu­la­da « La socie­dad des­po­ja­da », del per­io­dis­ta Kent Mac­Dou­gall. El autor demues­tra que la épo­ca moder­na no ha aumen­ta­do el tiem­po de ocio de que dis­po­ne­mos sino todo lo contrario :

Cuan­do en 1609 los indios algon­qui­nos des­cu­brie­ron a Hen­ry Hud­son remon­tan­do su río, vivían de los fru­tos de la tieua. Vivían muy bien, pero tra­ba­ja­ban tan poco que los labo­rio­sos holan­deses los consi­de­ra­ron sal­vajes indo­lentes y se apre­su­ra­ron a sus­ti­tuir su bue­na vida por el feu­da­lis­mo. Hoy día, a lo lar­go del río Hud­son, en Nue­va York, los ciu­da­da­nos supues­ta­mente libres de la socie­dad más rica de la his­to­ria del mun­do tra­ba­jan más tiem­po y más inten­sa­mente de lo que lo hicie­ra jamás ningún indio algon­qui­no, cor­ren como ratas en un labe­rin­to, esqui­van­do coches, camiones, auto­buses, bici­cle­tas, esquiván­dose unos a otros y bai­lan­do a un rit­mo fre­né­ti­co des­ti­na­do a lle­var a muchos a una muerte pre­ma­tu­ra por el estrés y la ten­sión [u.] ¿Dónde está el fal­lo ? ¿Cómo es posible que los ame­ri­ca­nos, mien­tras se consa­gra­ban a adqui­rir tan­tas rique­zas mate­riales, hayan lle­ga­do a per­der tan­to tiem­po de ocio ?

Mac­Dou­gall cita al antropó­lo­go Peter Farb :

« La ver­dad es que la gran civi­li­za­ción tra­ba­ja a rit­mo febril, mien­tras que los pri­mi­ti­vos caza­dores y reco­lec­tores de ali­men­tos sil­vestres se cuen­tan entre las per­so­nas con más tiem­po libre de la tierra.

Y Farb añade que son además las per­so­nas mejor ali­men­ta­das de la tier­ra y tam­bién las más sanas. McDou­gall continúa :

« El asa­la­ria­do medio dedi­ca el mis­mo tiem­po al tra­ba­jo que hace una gene­ra­ción [en rea­li­dad, dedi­ca más tiem­po aho­ra], pero tar­da más en ir al tra­ba­jo y vol­ver. Y los niveles de vida más altos han com­pli­ca­do tan­to el esti­lo de vida de los esta­dou­ni­denses que les obli­gan a dedi­car más tiem­po a la com­pra, el man­te­ni­mien­to y las labores de la casa, por lo que dis­po­nen de menos tiem­po para dis­fru­tar de todos los artí­cu­los y medios de recreo que tie­nen a su alcance […] En una épo­ca de altos niveles de vida, vaca­ciones más lar­gas, trans­porte más rápi­do y super­mer­ca­dos lle­nos de artí­cu­los, los esta­dou­ni­denses han aca­ba­do sin­tién­dose más des­po­ja­dos que nunca. »

Ima­gen : San Die­go 405 Free­way Sepul­ve­da Pass South Bound, Los Angeles. Una tarde como cual­quier otra

LA PRESUNTA SUPERIORIDAD DE LA MODERNA ADMINISTRACIÓN DE RECURSOS

 

El 14 de agos­to de 1987 se inició en la reser­va de los indios semí­no­las Big Cypress de Flo­ri­da el jui­cio del jefe semí­no­la James Billy. Se le acu­sa­ba de haber mata­do a un jaguar de Flo­ri­da durante una cacería noc­tur­na. Esta­dos Uni­dos incluye al jaguar de Flo­ri­da entre las espe­cies en peli­gro de extin­ción pro­te­gi­das por la ley de 1973 y su caza se cas­ti­ga con un año de pri­sión y una mul­ta de 10.000 dólares. La tri­bu semí­no­la ale­ga que pues­to que es una nación sobe­ra­na, reco­no­ci­da como tal en los tra­ta­dos con Esta­dos Uni­dos, puede esta­ble­cer sus pro­pias nor­mas sobre caza. En segun­do lugar, dice la tri­bu, los tra­ta­dos según los cuales los semí­no­las cedie­ron ter­ri­to­rio a Esta­dos Uni­dos tam­bién garan­ti­za­ban a los indios el dere­cho a seguir rea­li­zan­do sus acti­vi­dades tra­di­cio­nales de sub­sis­ten­cia según su pro­pio cri­te­rio. (Cien­tos de tra­ta­dos con las tri­bus ame­rin­dias garan­ti­za­ban que la caza y la pes­ca de los indios no estarían suje­tas a la ley esta­dou­ni­dense. Esta condi­ción fue de capi­tal impor­tan­cia para conse­guir que los indios cedie­ran ter­ri­to­rios, pues les ase­gu­ra­ba la via­bi­li­dad conti­nua­da de la eco­nomía tra­di­cio­nal. Aho­ra, sin embar­go, casi todas esas garantías son igno­ra­das por los inter­eses pes­que­ros y agrí­co­las y por los orga­nis­mos fede­rales, que sos­tie­nen que los indios tie­nen que aca­tar las mis­mas nor­mas que los demás esta­dou­ni­denses y que sus tra­ta­dos son his­to­ria anti­gua. Se consi­de­ra irre­le­vante que los tra­ta­dos no sean tan « anti­guos » como muchos acuer­dos ter­ri­to­riales vin­cu­lantes que datan de prin­ci­pios del siglo XIX. A los tra­ta­dos indios no les otor­gan el mis­mo respeto.)

En el caso de los semí­no­las, Esta­dos Uni­dos nie­ga aho­ra, como lo ha hecho en otros casos rela­cio­na­dos con los dere­chos de caza y pes­ca de los indios, que la ley semí­no­la pue­da inva­li­dar la ley esta­dou­ni­dense. Esta­dos Uni­dos ale­ga que tiene que contro­lar la caza y la pes­ca para admi­nis­trar y pro­te­ger la fauna.

Pero el jefe Billy declaró en una entre­vis­ta en la Radio Públi­ca Nacional :

« Siglos antes de que exis­tie­ran los Esta­dos Uni­dos de Amé­ri­ca existían nues­tras leyes tri­bales. Somos una nación sobe­ra­na ; Esta­dos Uni­dos lo ha reco­no­ci­do así [en los tra­ta­dos y en otras actuaciones].»

Billy dice que cuan­do dis­paró al ani­mal dis­pa­ra­ba sólo a dos ojos en la oscu­ri­dad, creyen­do que era otro tipo de jaguar. Añade que de todos modos es absur­do que se aplique la ley de espe­cies pro­te­gi­das a los indios :

« Los indios somos los mejores pro­tec­tores de los re­cursos natu­rales y lo somos desde hace miles de años […] El gobier­no pre­tende acu­sar a los semí­no­las de aca­bar con una espe­cie, cuan­do la ver­da­de­ra razón de que esté en peli­gro es la explo­ta­ción abu­si­va del sur de Flo­ri­da. La razón son todas esas urba­ni­za­ciones resi­den­ciales y la construc­ción de la auto­pis­ta 1–95 a tra­vés del pan­ta­no y lue­go la autovía que atra­vie­sa la región de los Ever­glades. Nada tiene que ver con nues­tras cos­tumbres de caza. Tiene que ver con las vuestras. »

[NdE : El tema del conser­va­cio­nis­mo capi­ta­lis­ta está de moda, es mas sofis­ti­ca­do y pulu­lan nue­vos orga­nis­mos para reves­tir mejor esas inicia­ti­vas, pero este no un fenó­me­no reciente.  En Le Par­tage hemos redac­ta­do un artí­cu­lo espe­cial para ana­li­zar­lo dete­ni­da­mente y a pro­fun­di­dad, inti­tu­la­do « Las cele­bri­dades, sus fun­da­ciones y ONG : mas­ca­ras son­rientes de la maqui­na cor­po­ra­ti­vis­ta ». Expon­go un extrac­to elo­cuente del tema :

[…] « Leo­nar­do DiCa­prio finan­cia el Maa­sai Wil­der­ness Conser­va­tion Trust (MWCT),una orga­ni­za­ción cuyo obje­ti­vo es la pro­tec­ción de los magní­fi­cos ani­males que pue­blan (todavía) las tier­ras de los últi­mos Maa­sai (o Masáis), pero no por los mis­mos Maa­sai, aunque la inver­sa sea pro­cla­ma­da. Esta orga­ni­za­ción apun­ta, por otro lado, la impar­ti­ción de una edu­ca­ción cada vez más occi­den­tal (el obje­ti­vo es una incor­po­ra­ción en el seno de la socie­dad indus­trial) a los jóvenes Maa­sai. Se puede leer en su sitio que : “El MWCT, en aso­cia­ción con el minis­te­rio de edu­ca­ción , se pro­pone mejo­rar las tasas de matri­cu­la­ción, fide­li­za­ción, desem­peño y de tran­si­ción, así como de ase­gu­rar la conti­nui­dad de cier­tos aspec­tos de la cultu­ra Maa­sai al mimo tiem­po que infun­dien­do una concien­cia de la nece­si­dad de la conser­va­ción medioam­bien­tal”. Los pro­ble­mas con los locales son fre­cuentes, algu­nos Maa­sai están de hecho en conflic­to con los orga­nis­mos de conser­va­ción, ya que afir­man ser ellos los mejor situa­dos para pre­ser­var la fau­na sal­vaje. El pater­na­lis­mo de las orga­ni­za­ciones de conser­va­ción finan­cia­dos por ricos filántro­pos capi­ta­lis­tas que hicie­ron for­tu­na gra­cias a la socie­dad que está pre­ci­pi­tan­do a los ani­males sal­vajes que tra­ta de sal­var hacia la extin­ción, es un estu­pe­fa­ciente. El carác­ter esqui­zo­fre­ni­co e insus­ten­table de las prac­ti­cas esta­ble­ci­das por esos “filántro­pos”, que por un lado finan­cian la des­truc­ción del mun­do y por el otro se preo­cu­pan de pre­ser­var a los ani­males que estas ponen en peli­gro, es patoló­gi­co. » […]]

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“Sé cómo cui­dar de las pre­sas. Es por eso que nací con ellas, viví con ellas y todavía están ahí. Si vas a mi zona, encon­trarás ani­males, lo que demues­tra que sé cómo cui­dar de ellos.” Bos­qui­ma­nos [cf. Survival]

Parece bas­tante obvio, casi evi­dente por sí mis­mo, que las cultu­ras indí­ge­nas que han vivi­do prós­pe­ra­mente en el mis­mo lugar durante mile­nios han sobre­vi­vi­do gra­cias a sus bue­nos hábi­tos econó­mi­cos, entre los que se incluyen la conser­va­ción de la fau­na, la flo­ra y los recur­sos. Pero si hicié­ra­mos caso a nues­tros cientí­fi­cos y a los gobier­nos occi­den­tales, ten­dría­mos que pen­sar que las socie­dades indí­ge­nas ape­nas pue­den arre­glár­se­las un día más sin orde­na­dores, cuo­tas, car­to­grafía por saté­lite y aná­li­sis de « máxi­mo ren­di­mien­to sos­te­nible ». Me pre­gun­to cómo expli­carán los cientí­fi­cos que los indí­ge­nas hayan sobre­vi­vi­do miles de años. ¿Por instinto ?

El supues­to de que nues­tro sis­te­ma moder­no de ges­tión de la vida sil­vestre y los recur­sos es más efi­caz (pese al hecho de que « ges­tio­na­mos » sin com­pren­der el entor­no ni cómo se orga­ni­za­ba la gente antes de que llegá­ra­mos) no sólo es arro­gante sino tam­bién racista.

En el capí­tu­lo 4 he expli­ca­do cómo se están intro­du­cien­do rápi­da­mente los mode­los informá­ti­cos de ges­tión de recur­sos natu­rales en el Árti­co. Un ele­va­do por­cen­taje de la « ayu­da » de los gobier­nos esta­dou­ni­dense y cana­diense a los indios e inuits de las regiones árti­cas adop­ta hoy la for­ma de ins­truc­ción informá­ti­ca. Pocas veces se tiene en cuen­ta que esta for­ma de admi­nis­trar los recur­sos y la fau­na ten­ga un deplo­rable efec­to nega­ti­vo en las rela­ciones tra­di­cio­nales entre indí­ge­nas y animales.

[NdE : « La conser­va­ción en Áfri­ca y en otros lugares, como lo des­ta­can los autores del libro « Capi­ta­lisme and conser­va­tion », Dan Bro­cking­ton y Rosa­leen Duf­fy, se ha efec­ti­va­mente desar­rol­la­do como pro­duc­to direc­to del capi­ta­lis­mo y hoy, del neo­li­be­ra­lis­mo. Un siglo de esta de clase de conser­va­ción, finan­cia­da por el gran capi­tal, que finan­cia para­le­la­mente el desar­rol­lo indus­trial del mun­do, a dies­tra y sinies­tra, ha pro­du­ci­do los resul­ta­dos que cono­ce­mos » ]

La rela­ción entre seres huma­nos y ani­males, que antes se basa­ba en el cono­ci­mien­to ínti­mo que pro­por­cio­na­ban la obser­va­ción direc­ta y las enseñan­zas secu­lares, se basa hoy en regis­tros de orde­na­dor, convir­tién­dose así en un géne­ro de cono­ci­mien­to cuan­ti­ta­ti­vo, abs­trac­to, obje­ti­vo y ace­le­ra­do. Esto es des­truc­ti­vo para la cultu­ra y las tra­di­ciones indias. Es posible aca­bar en una gene­ra­ción con un modo de cono­ci­mien­to que ha sobre­vi­vi­do mile­nios. Pero al mar­gen del daño cau­sa­do a las cultu­ras, la evi­den­cia reciente indi­ca que los sis­te­mas de admi­nis­tra­ción informá­ti­ca obje­ti­va-cien­ti­fi­ca-cuan­ti­ta­ti­va rara vez resul­tan mejores que los méto­dos de control y conser­va­ción indí­ge­nas. En rea­li­dad, los méto­dos moder­nos resul­tan muy a menu­do desas­tro­sos.

El antropó­lo­go Mil­ton M.R. Free­man, de la Uni­ver­si­dad de Alber­ta, figu­ra entre un núme­ro cre­ciente de cientí­fi­cos que han empe­za­do a orga­ni­zar la lucha contra la idea de que nues­tro sis­te­ma de admi­nis­tra­ción econó­mi­ca ten­ga grandes ven­ta­jas que ofre­cer a las comu­ni­dades indí­ge­nas tradicionales.

Free­man se indi­gna en par­ti­cu­lar con los bioló­gos. En la asam­blea de 1984 de la Aso­cia­ción Cientí­fi­ca de la Región Occi­den­tal (cele­bra­da en Mon­te­rey, Cali­for­nia) Free­man dijo :

« La fe explí­ci­ta en la pre­ci­sión del méto­do cientí­fi­co es una parte tan esen­cial de la for­mu­la­ción pro­fe­sio­nal de los bió­lo­gos que las limi­ta­ciones de ese sis­te­ma par­ti­cu­lar de creen­cia sólo se apren­den, a menu­do mucho más ade­lante en la vida, como resul­ta­do de la expe­rien­cia obte­ni­da en el mun­do no profesional. »

Free­man recoge ejem­plos de bió­lo­gos que hicie­ron caso omi­so de las prác­ti­cas tra­di­cio­nales y des­cu­brie­ron pos­te­rior­mente que eran méto­dos mucho más efi­caces para man­te­ner la via­bi­li­dad entre las espe­cies animales.

Un ejem­plo se refería a la cacería del caribú en la isla Elles­mere del Canadá árti­co. Los admi­nis­tra­dores de la fau­na cana­diense dije­ron a los inuits que tenían que cazar sólo caribús grandes o machos, y sólo algu­nos ani­males de cada rebaño. Los inuits expli­ca­ron que aquel­lo era contra­rio a su rela­ción tra­di­cio­nal con los ani­males y que des­truiría los rebaños de caribús, pero no se hizo caso de sus argu­men­tos. El resul­ta­do fue exac­ta­mente lo que habían dicho los inuits. Aunque el máxi­mo núme­ro per­mi­ti­do era de vein­ti­séis cabe­zas por año, muy infe­rior a lo que caza­ban antes, la pobla­ción de caribús dis­mi­nuyó de for­ma drás­ti­ca. ¿Por que ?

Según Free­man :

« Los inuits sos­tie­nen que cada pequeño gru­po de caribús Pea­ry es un gru­po social y exis­ten bue­nas razones para que esos ani­males concre­tos estén jun­tos. Los caza­dores inuits indi­can que debi­do al carác­ter mar­gi­nal del entor­no para los herbí­vo­ros, los ani­males más vie­jos y más grandes son impor­tantes para la super­vi­ven­cia del gru­po. La expe­rien­cia y la for­ta­le­za físi­ca per­mi­ten a estos ani­males más vie­jos exca­var en la nieve para encon­trar ali­men­tos. Los ani­males más vie­jos son más pacientes, com­pa­ra­dos con las hem­bras preña­das y los ani­males mas jóvenes, que son más ner­vio­sos, y esta carac­terís­ti­ca pro­duce un efec­to tran­qui­li­za­dor en los ani­males más jóvenes del grupo. »

Un segun­do ejem­plo es el que está rela­cio­na­do con el proyec­to de auto­ri­zar la caza depor­ti­va del toro almiz­cleño en el Árti­co. Tam­bién en este caso sólo se cazarían machos ; como los mejores « ani­males tro­feo » eran los toros vie­jos, bioló­gi­ca­mente « super­fluos », los admi­nis­tra­dores esta­ban conven­ci­dos de que la caza no afec­taría nega­ti­va­mente a la pobla­ción de toros almiz­cleños. Los inuits opi­na­ban lo contra­rio. Expli­ca­ron que los toros almiz­cleños son ani­males muy sociables. Los machos vie­jos no son « exce­dentes », ni mucho menos. Desem­peñan una fun­ción social impor­tantí­si­ma en deter­mi­na­das épo­cas del año, como cen­tro de rea­gru­pa­ción des­pués de los per­io­dos de dis­per­sión de la tem­po­ra­da de celo. Según los inuits, actúan como « ancia­nos ». Una vez más quedó demo­stra­do que los inuits tenían razón : al final se modi­ficó la polí­ti­ca del gobierno.

Free­man seña­la que esta « crí­ti­ca indí­ge­na de la pro­pues­ta admi­nis­tra­ti­va se basa­ba en el cono­ci­mien­to esen­cial­mente eso­té­ri­co », mediante la obser­va­ción direc­ta y las creen­cias tra­di­cio­nales, ya que los inuits en rea­li­dad no uti­li­zan a los toros almiz­cleños ni para comer su carne ni para nada. El simple hecho de haber com­par­ti­do el ter­ri­to­rio con los ani­males durante siglos les per­mite cono­cer sus hábi­tos y sus estruc­tu­ras sociales :

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Caribú macho.

Para nues­tros obje­ti­vos actuales bas­ta obser­var que, como en el ejem­plo del caribú Pea­ry, el cono­ci­mien­to de la conduc­ta de la espe­cie es el pun­to crí­ti­co de la pos­tu­ra inuit, com­pa­ra­do con la pers­pec­ti­va cuan­ti­ta­ti­va erró­nea pro­pues­ta por el ser­vi­cio de ges­tión cine­gé­ti­ca […] En rea­li­dad tan­to los méto­dos indí­ge­nas como la cien­cia occi­den­tal se basan en lo mis­mo, en la evi­den­cia empí­ri­ca. Ambos sis­te­mas valo­ran la acu­mu­la­ción sis­temá­ti­ca de obser­va­ciones detal­la­das y la extrac­ción de pau­tas a par­tir de series de datos dife­rentes. Pero los dos sis­te­mas empie­zan a sepa­rarse en este pun­to. El sis­te­ma indí­ge­na valo­ra la des­via­ción de la nor­ma en un sen­ti­do cua­li­ta­ti­vo : por ejem­plo, que dis­mi­nuya el núme­ro de ani­males, o que engor­den o estén más ner­vio­sos, que haya menos crías en el rebaño, más machos lesio­na­dos, más hem­bras esté­riles, etc… La suma total del cono­ci­mien­to de base empí­ri­ca de la comu­ni­dad es asom­bro­sa en ampli­tud y detalle y suele dife­rir nota­ble­mente de los esca­sos datos apor­ta­dos por los estu­dios cientí­fi­cos de las mis­mas poblaciones.

Los méto­dos indí­ge­nas están tam­bién fir­me­mente engra­na­dos en la prác­ti­ca cultu­ral trans­mi­ti­da de gene­ra­ción en gene­ra­ción. He cita­do al doc­tor H. A. Feit en rela­ción con el estric­to control de los recur­sos cine­gé­ti­cos que prac­ti­can los indios cris de la bahía de James, al norte de Onta­rio, que incluye el nom­bra­mien­to de « admi­nis­tra­dores » y el estu­dio y divi­sión de las regiones de caza.

El doc­tor Feit ha estu­dia­do tam­bién algu­nas prác­ti­cas más sutiles, inclui­dos los rituales que se consi­de­ran apro­pia­dos para matar y gui­sar el ani­mal. Casi todas las cere­mo­nias están des­ti­na­das a demostrar :

« reci­pro­ci­dad entre hombre y ani­mal… que incluye respe­to a las nece­si­dades de los ani­males para sub­sis­tir como pobla­ción y que se com­ple­men­ta tam­bién con el respe­to de los ani­males de las nece­si­dades de sub­sis­ten­cia y super­vi­ven­cia de los humanos. »

El doc­tor Feit des­cribía los méto­dos de los cris para cazar cas­tores como una demos­tra­ción más de respe­to así como una prác­ti­ca de conser­va­ción impe­cable. Uno de los méto­dos uti­li­za­dos para cazar cas­tores era con tram­pas y durante el día. El segun­do méto­do se prac­ti­ca­ba de noche y consistía en rodear la madri­gue­ra, donde pue­den vivir de 50 a 100 cas­tores, y hacer­los salir y diri­girse hacia donde los caza­dores les espe­ran. El pri­mer sis­te­ma no era tan efi­caz en cuan­to a horas-hombre por cas­tor caza­do. Pero Feit decía :

« El des­cu­bri­mien­to impor­tante era que, mien­tras que espe­rar al cas­tor per­mitía la cap­tu­ra de mayor núme­ro en total, se prac­ti­ca­ba sólo en cir­cuns­tan­cias espe­ciales, muy poco en rea­li­dad […] cla­ro indi­cio de que los caza­dores pre­fie­ren limi­tar las cap­tu­ras más que de que les resulte impo­sible cazar mayor núme­ro de cas­tores […] Habrían cap­tu­ra­do más cas­tores si hubie­ran uti­li­za­do con mayor fre­cuen­cia el segun­do método. » 

Los cris limi­ta­ban deli­be­ra­da­mente el consu­mo de sus recur­sos, según Feit, con fines conser­va­cio­nis­tas e incul­ca­ban esta prác­ti­ca con las enseñan­zas tra­di­cio­nales acer­ca de cuán­do había que ele­gir uno u otro método.

El pro­fe­sor Free­man sos­tiene que el prin­ci­pal pro­ble­ma de la eco­logía occi­den­tal, lo mis­mo que el de casi todas las inter­ven­ciones cientí­fi­cas en los sis­te­mas de admi­nis­tra­ción econó­mi­ca secu­lares, es que se parte de supues­tos ope­ra­ti­vos bási­cos inade­cua­dos para el caso concre­to. Por ejem­plo, según Freema ;

casi todos los bió­lo­gos occi­den­tales (con pre­pa­ra­ción uni­ver­si­ta­ria, nor­mal­mente blan­cos ‘1 en gene­ral sin cono­ci­mien­tos direc­tos del medio o el gru­po cultu­ral que inves­ti­gan) ten­derán a consi­de­rar la fau­na como un recur­so y las cap­tu­ras de ani­males como una acti­vi­dad exclu­si­va­mente econó­mi­ca. Adop­tan la ter­mi­no­logía capi­ta­lis­ta de « máxi­mo ren­di­mien­to sos­te­nible » (el núme­ro de cap­tu­ras sobre­pa­sa­do el cual un rebaño podría empe­zar a dis­mi­nuir). El bió­lo­go actúa bási­ca­mente como direc­tor de recur­sos ; como fun­cio­na­rio de una empre­sa, cuyo obje­ti­vo es aumen­tar la pro­duc­ción al máxi­mo y mul­ti­pli­car a los bene­fi­cios. No se hace el menor esfuer­zo por enten­der los enfoques alter­na­ti­vos de las cultu­ras y las tra­di­ciones indígenas.

Awá-gua­já, un niño del pue­blo Awá con una cría de mono aul­la­dor negro, Bra­sil. (Ima­gen de Survival)

Los indí­ge­nas no consi­de­ran a los ani­males desde un pun­to de vis­ta estric­ta­mente cuan­ti­ta­ti­vo ni como « recur­sos ». Creen que los ani­males for­man parte de un entra­ma­do de sis­te­mas vivos que incluye las rela­ciones entre ellos mis­mos y entre ellos y los seres huma­nos. Estos méto­dos se trans­mi­ten entre los indí­ge­nas mediante las enseñan­zas de la his­to­ria y las leyen­das ; se expre­san con las cere­mo­nias reli­gio­sas ; y for­man parte de sus sis­te­mas de estruc­tu­ra­ción social, de esta­tus y de psi­co­logía. Los flu­jos y reflu­jos de la pobla­ción ani­mal son, por tan­to, inse­pa­rables de las acti­vi­dades de las per­so­nas. Aunque es posible que el « máxi­mo ren­di­mien­to sos­te­nible » cientí­fi­co cor­res­pon­da casi exac­ta­mente al núme­ro de ani­males que cazan y consu­men final­mente los indí­ge­nas, la rela­ción concep­tual con los ani­males y los méto­dos emplea­dos en la toma de esas deci­siones son com­ple­ta­mente dis­tin­tos. Además, podría cau­sar graves daños a la conti­nua­da vita­li­dad de la cultu­ra y la tra­di­ción indí­ge­nas que estas socie­dades adop­ta­ran los méto­dos concep­tuales occi­den­tales, porque su bie­nes­tar econó­mi­co va inexo­ra­ble­mente uni­do a las prác­ti­cas reli­gio­sas, sociales y culturales.

Cuan­do las socie­dades indí­ge­nas deci­den acep­tar el conse­jo de los bió­lo­gos occi­den­tales y uti­li­zar las téc­ni­cas de ges­tión cine­gé­ti­ca occi­den­tales, ten­de­mos a consi­de­rar que actúan racio­nal­mente. Las ins­ti­tu­ciones esta­dou­ni­denses se dis­po­nen a inver­tir. El Ban­co Mun­dial ofrece fon­dos de desar­rol­lo. Y, sin embar­go, el mode­lo occi­den­tal, que no incluye las dimen­siones más holís­ti­cas del pen­sa­mien­to y las cos­tumbres indí­ge­nas, quizá resulte ser final­mente el pro­ce­di­mien­to menos racio­nal. Y es sin duda, a la lar­ga, menos racio­nal para los indígenas.

Como hemos dicho ya, las socie­dades indí­ge­nas tien­den a no aumen­tar al máxi­mo la pro­duc­ción, y por muy bue­nas razones. Pro­du­cen lo impres­cin­dible deli­be­ra­da­mente. En rea­li­dad, según el pro­fe­sor Free­man (que está de acuer­do en lo esen­cial con Mar­shall Sah­lins), cuan­do cir­cuns­tan­cias for­tui­tas dan por resul­ta­do un exce­dente ines­pe­ra­do, la for­ma pre­fe­ri­da de abor­dar la situa­ción no es alma­ce­nar­lo o inter­cam­biar­lo. Lo que hacen es consu­mir­lo en un festín.

« El repar­to gene­ra­li­za­do y los ban­quetes comu­nales son ras­gos carac­terís­ti­cos de todas las socie­dades caza­do­ras y pes­ca­do­ras ‑dice Free­man-. Además, en esas socie­dades exis­ten nor­mas y san­ciones esta­ble­ci­das para evi­tar expre­sa­mente la acu­mu­la­ción o el alma­ce­na­mien­to per­so­nal de recur­sos y tie­nen com­ple­jos sis­te­mas de rela­ciones sociales y de paren­tes­co que deter­mi­nan los canales que seguirán los recur­sos para que pre­va­lez­ca la ecua­ni­mi­dad, frente a la ame­na­za que supon­dría el acce­so desi­gual a los recur­sos valiosos. »

Apren­der a vivir en comu­ni­dad man­te­nien­do su nexo inti­mo con el bosque tro­pi­cal (Foto : Survival)

Al contra­rio de lo que sucede en las socie­dades indus­triales y tec­noló­gi­cas, en que el prin­ci­pal obje­ti­vo de la acti­vi­dad econó­mi­ca es obte­ner los máxi­mos bene­fi­cios, « el obje­ti­vo de casi toda la acti­vi­dad econó­mi­ca de estas socie­dades de reco­lec­tores se cen­tra en la repro­duc­ción del gru­po social ». Así que donde los sis­te­mas de admi­nis­tra­ción capi­ta­lis­tas hacen hin­ca­pié en los núme­ros y en la acu­mu­la­ción per­so­nal, la admi­nis­tra­ción indí­ge­na resal­ta las rela­ciones entre huma­nos y ani­males, creyen­do que el equi­li­brio es lo que sus­ten­ta a la gente y ayu­da ~ medrar a los ani­males. No existe nada pare­ci­do a « máxi­mo ren­di­mien­to viable » en el plan­tea­mien­to econó­mi­co de los indígenas.

El doc­tor Mil­ton Free­man ayudó a orga­ni­zar el Gru­po de Tra­ba­jo sobre Cono­ci­mien­tos Tra­di­cio­nales, Conser­va­ción y Desar­rol­lo Rural de la Unión Inter­na­cio­nal para la Conser­va­ción de la Natu­ra­le­za y los Recur­sos Natu­rales, con el fin de apoyar los esfuer­zos de las comu­ni­dades nati­vas para man­te­ner sus prác­ti­cas econó­mi­cas. Este gru­po tiene su sede en Gine­bra y quizá sea la pri­me­ra orga­ni­za­ción efi­caz de cientí­fi­cos que se toma en serio los méto­dos tra­di­cio­nales de control de la fau­na y de los recursos.

Aunque la orga­ni­za­ción se creó hace pocos años, ha demo­stra­do un gran dina­mis­mo y ha pues­to en mar­cha una lar­ga lis­ta de pro­gra­mas ; entre los proyec­tos de estu­dios figu­ran el cono­ci­mien­to tra­di­cio­nal de los sis­te­mas cos­te­ros, la admi­nis­tra­ción tra­di­cio­nal de las zonas pes­que­ras entre los isleños del sur del Pací­fi­co, las prác­ti­cas ecoló­gi­cas y cine­gé­ti­cas de los pue­blos de la región cir­cum­po­lar del norte, las prác­ti­cas tra­di­cio­nales de agro­sil­vi­cul­tu­ra y conser­va­ción entre los pue­blos tri­bales de Nue­va Gui­nea, las prác­ti­cas de control micro­climá­ti­co entre los pue­blos agrí­co­las, la conser­va­ción del saber tra­di­cio­nal entre los indí­ge­nas de Alas­ka y el empleo del fue­go en la agri­cul­tu­ra entre los aborígenes.

El doc­tor Bob Johannes, miem­bro del gru­po de tra­ba­jo, explicó la urgen­cia de la tarea inmediata :

Bue­na parte de lo que sabe­mos de la natu­ra­le­za y la ges­tión de los recur­sos natu­rales puede encon­trarse en las biblio­te­cas. [En las comu­ni­dades indí­ge­nas] sin embar­go, casi todo se conser­va en la cabe­za de los ancia­nos y ancia­nas de las aldeas. Los cientí­fi­cos han com­pren­di­do al fin en los últi­mos años que ese cono­ci­mien­to del bosque, la huer­ta, las lla­nu­ras y el mar no sólo es enci­clo­pé­di­co sino que tiene además un gran valor cientí­fi­co, sobre todo en lo refe­rente a la admi­nis­tra­ción de los recur­sos natu­rales. Pero se está per­dien­do rápi­da­mente debi­do a la occi­den­ta­li­za­ción, la indus­tria­li­za­ción, la urba­ni­za­ción y el cor­res­pon­diente dis­tan­cia­mien­to de los jóvenes de las tra­di­ciones [u.] Es urgente reco­ger ese cono­ci­mien­to. Per­mi­tir que desa­pa­rez­ca equi­vale a des­per­di­ciar siglos de expe­rien­cia prác­ti­ca valiosísima.

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Un niño aprende a cazar. Ima­gen del exce­lente docu­men­tal « Nomads of the rainforest ».

 

Johannes advierte de algu­nos peli­gros, sin embar­go, inclui­do el de que muchos inves­ti­ga­dores no mani­fies­tan el menor respe­to por los pue­blos que estu­dian, pre­ci­pitán­dose a menu­do para obte­ner respues­tas y pro­vo­can­do conflic­tos inter­nos en las comu­ni­dades sobre si par­ti­ci­par o no.

Además, según Diane Bell, de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal de Aus­tra­lia, que tam­bién for­ma parte del men­cio­na­do gru­po de tra­ba­jo, en deter­mi­na­das socie­dades como la de los aborí­genes de Aus­tra­lia, gran parte de la infor­ma­ción es patri­mo­nio de las mujeres, que sue­len negarse a comu­nicár­se­la a los hombres.

Y por últi­mo, el prin­ci­pal pro­ble­ma cita­do por el gru­po de tra­ba­jo es que los cientí­fi­cos no reco­no­cen los dere­chos de los indí­ge­nas con los que tra­tan. Cuan­do los inves­ti­ga­dores occi­den­tales des­cu­bren, por ejem­plo, las pro­pie­dades cura­ti­vas de una hier­ba medi­ci­nal, ven­den muchas veces la infor­ma­ción por grandes sumas a las empre­sas occi­den­tales sin ningún bene­fi­cio cor­res­pon­diente para los nati­vos. En rea­li­dad, los cientí­fi­cos sue­len dejar el lugar y no vuel­ven a ayu­dar a esos mis­mos nati­vos cuan­do su ter­ri­to­rio es inva­di­do por extra­ños. Pode­mos encon­trar muchos ejem­plos de esto entre los indí­ge­nas del Ama­zo­nas. Los cientí­fi­cos obtu­vie­ron infor­ma­ción útil de los indios de la región, pero pocos se han levan­ta­do para defen­der a quienes sufren aho­ra agre­siones direc­tas.

Los cientí­fi­cos occi­den­tales, cuan­do se desen­tien­den de las situa­ciones polí­ti­cas concre­tas que sopor­tan los indios, no hacen más que imi­tar la amo­ra­li­dad empre­sa­rial. Los indios, sus cono­ci­mien­tos y su entor­no se incluyen en la defi­ni­ción occi­den­tal de « recur­so » y por tan­to están some­ti­dos a la explo­ta­ción. La idea de que la inter­ven­ción occi­den­tal bene­fi­cia de algu­na for­ma a gran núme­ro de indí­ge­nas (a su gobier­no, su salud, su eco­nomía) es, en el mejor de los casos, engrei­mien­to. Es más fre­cuente que se trate de un dis­fraz pro­pa­gandís­ti­co para impe­dir que los cientí­fi­cos, las empre­sas y todos noso­tros reco­noz­ca­mos de ver­dad el hor­ror de lo que está ocurriendo.

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« El dine­ro puede com­prarte natu­ra­le­za » Peter Karei­va, cientí­fi­co en jefe del « The Nature Conservancy ».

Edi­ción : San­tia­go Perales

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