Artículo publicado originalmente en ingles en el excelente Blog Wrong Kind Of Green.
Cuando comencé a escribir y a hablar sobre el privilegio de ser blanco y de la supremacía sistémica blanca, tenía conmigo a un grupo de compañeros activistas con los que compartía una visión común. Hoy, he intentado ir más a fondo en mi propia madriguera de conejo [NdT. ‘Down down the rabbit hole’], en búsqueda de las raíces de nuestras injusticias sociales, mientras tanto ciertos de mis predecesores y contemporáneos se muestran críticos hacia tal viaje.
Con el paso de los años he tratado de hacer más conexiones, en mis escritos y presentaciones, tanto para el público como para mi mismo. He llegado a un punto donde incluso muchos de los más firmes activistas que luchan por la justicia social no osan aventurarse. Estos continúan diciendo la verdad al poder concerniendo nuestras instituciones y el funcionamiento de ciertas partes de los sistemas, pero cuando se trata de mirar en los cimientos de esas instituciones y sistemas muchos se callan.
La civilización es raramente cuestionada cuando se discute sobre justicia social. Esto no quiere decir que no haya algunos que hagan la conexión entre la justicia y la civilización, pero son pocos, y son muy inconcretos. Cuando comencé a conectar la civilización a la justicia social perdí por completo a algunas personas. Esto podría ser debido al hecho de no haber presentado la suficientemente clara o correcta documentación, pero con el transcurso de los años algo me dijo que había más sobre ello. Comencé a cuestionar nuestros acuerdos de vida, y esto para algunos no es negociable.
Cuando hablo de civilización, hablo de la importación de nuestros bienes y servicios. Hablo de una división de trabajo que lo permite. Hablo de una jerarquía que requiere (y engendra) la opresión, la violencia, la matanza, la degradación ambiental y el progreso para ser mantenida. Hablo de la economía industrial global que requiere de un crecimiento infinito sobre un planeta finito para ser mantenida, que desde luego es imposible.
Lo que veo de muchos activistas de la justicia social, es una perspectiva que percibe el mundo a través de la estricta lente de la reforma. Ellos quieren mejorar el sistema. El mejoramiento del actual estado de cosas tiene sentido. La gente necesita justicia hoy. Pero lo que debe ser considerado, es una búsqueda de la raíz de nuestras desigualdades y simulacros sociales. Perseguir la raíz es radical por definición y es allí donde yace el meollo del problema.
Los reformistas no son radicales. Ellos a menudo demonizan a los radicales. Tienden a enfocarse únicamente en la persecución de la reforma al interior de nuestras instituciones y sistemas. Instituciones y sistemas que son los cimientos de una jerarquía que requiere (y engendra) la opresión, la violencia, la matanza, y la degradación ambiental para ser mantenida. No es malo luchar por el cambio dentro del status quo, pero si es esto todo lo que se hace, entonces claramente no tratamos de encontrar la raíz a nuestros problemas sociales y ambientales.
La civilización y en particular, la civilización industrial, es esa raíz. Después de todo, la civilización hoy requiere de instituciones jerárquicas masivas y de sistemas que son los pilares de la brutalidad policial, tarifas de encarcelamiento, empleos preferenciales, iniquidad de alojamiento, y una lista infinita de otras prácticas discriminatorias. Algunos indicarán el capitalismo como el culpable, pero el capitalismo, y sí aún el socialismo, son los niños de la civilización.
Ahora uno podría argumentar que toda esta infraestructura que soporta a nuestras vidas existe debido a la civilización, lo cual se sabe muy bien. Hemos allí el callejón sin salida. Si hacemos un llamamiento al desmantelamiento de la infraestructura misma que promueve y perpetúa la opresión masiva, entonces nosotros también deberíamos separarnos de todo lo que sabemos de vivir en el mundo. Depender de la civilización es mantener a miles de millones de nosotros con vida, lo que paralelamente significa la masacre y la opresión de miles de millones de otras personas al mismo tiempo. Además de esto, la civilización devora los cimientos de lo que crea y permite toda diversidad, la biodiversidad. Este punto agrava todavía más la aporía que conocemos.
Como activistas y como una civilización estamos atascados. Queremos soluciones en el seno del mismo marco que esta asesinando a los sistemas de soporte de la vida, que prevén nuestra propia existencia. Queremos justicia en un marco que requiere injusticia. No se puede tener todo a la vez, no se puede guardar el pastel y comérselo. El problema es que el pastel es letal. Sabe de maravilla porque vemos beneficios en la lucha por la justicia pero esto también refuerza un sistema y perpetúa la injusticia reformándolo, en vez de desmantelarlo. Nunca consideramos su desmantelamiento porque somos totalmente dependientes de él. Nunca consideramos en desmantelarlo porque creemos que este es el único modo de vivir. Nuestra dependencia nos ha hecho creer que podemos solucionar lo irresoluble. Como dije, de hecho estamos atascados.
La cuestión sobre las soluciones a este callejón sin salida se plantea desde el inicio de la existencia civilizada.
Los callejones sin salida, por supuesto, no tienen salida (solución), la civilización es pues ese callejón. Entonces ¿Cómo proceder ? Hay muchas opciones, pero todas terminan mal y no sólo para la civilización, sino para toda la humanidad. Es imposible mantener una economía global en perpetuo crecimiento en un planeta con recursos limitados, por lo tanto no hay forma de salvar los más de 7 mil millones de seres humanos. Nuestras jerarquías masivas nos han precipitado hacia una sobrecarga demográfica. Añadimos casi 238,000 personas por día (nacimientos menos muertes) y esta presión demográfica es resentida en un marco que va más allá de nuestra propia especie. Nuestra economía de crecimiento incrementa nuestra población y ha desencadenado un proceso de cambio climático irreversible. Una vez más, nuestras opciones son abundantes, pero las incidencias son dolorosamente las mismas.
Los activistas están acostumbrados a largas y lentas luchas por la justicia. A lo que no están acostumbrados es a los callejones sin salida. Podría pasar revisando variedad de opciones para afrontar nuestra situación, como la revolución, el abandono, o aún las enfermas y desesperadas reformas, pero sólo puedo pensar en una opción que va Más allá de la Civilización, título de libro del autor Daniel Quinn, que lo resume elocuentemente. Esta opción va más allá de nosotros y aún más importante, va más allá de nuestra especie. Esta opción va al meollo del asunto.
Como vemos, podemos continuar luchando por la justicia en nuestras vidas diarias, pero en vez de limitar nuestro alcance con sólo nuestras luchas sociales, podemos tomar en cuenta el abandono de los privilegios inherentes a la civilización considerando nuestras conexiones con todo lo que soporta nuestra propia existencia. En otras palabras, diciendo verdades al poder, pero dándonos cuenta que debemos deshacernos de todo aquello a lo que nos han hecho dependientes, para poder hacer una diferencia en el seno de nuestra comunidad planetaria colectiva. Ser antirracista significa ser anticivilización. Ser feminista significa ser anticivilización. Ser defensor de los derechos de los inmigrantes significa ser anticivilización. La justicia social y ambiental están conectadas, y luchar por estas requiere estar en contra de la civilización.
Si podemos dejar algún legado, tal vez este pueda ser una respuesta a la pregunta de filósofo Alan Watts, ¿cómo dejamos el mundo solo ? Para esto, debemos aprender de nuevo a ser parte del mundo, pero este es un viaje que pocos están listos a emprender. El problema es que la naturaleza no negocia, y que nuestros acuerdos de vida no son, realmente, opciones en absoluto viables, sino una aporía que tendremos que afrontar.
La justicia espéra.
Mike Sliwa
[Mike Sliwa es marido y homesteader de tiempo completo (o sea que vive un regreso a la tierra). Enseñó en el instituto de estudios secundarios durante 12 años, enseguida dejo su carrera por una existencia más simple. Actualmente vive con su esposa off-the-grid (fuera del sistema eléctrico, etc.), perfeccionando sus habilidades y saberes de vida sustentable en el Nuevo México rural. Mike habla sobre una amplia variedad de temas concerniendo la vida simple, el privilegio blanco, el cambio climático abrupto (abrupt climate change), la Extinción Humana a corto plazo (Near Term Human Extinction), entre otras consecuencias de la economía civilizada industrial global. También es un coanfitrión del programa radiofónico « Nature Bats Last » (o ‘la naturaleza tiene la ultima palabra’) emitida por el Progressive Radio Network (Prn.fm) y el cofundador de la agencia de lucha por la justicia social truality.org].
Traducción : Santiago Perales